Homilias Católicas - Sermones, reflexiones, inspiraciones y meditaciones de los evangelios. 
Manifestaciones dominicales del Espíritu Santo desde el Sagrado Corazón de Jesús  Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas. Evangelios Católicos, homilías - Mateo, Lucas, Marcos, Juan - Inspiraciones del Espíritu Santo

Año C  -  Domingo de Ramos

Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas.

Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas. Homilias Católicas - Sermones, reflexiones, inspiraciones y meditaciones de los evangelios - Inspiraciones del Espíritu Santo Lucas 19:28-40

28 Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén.
29 Y sucedió que, al aproximarse a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,
30 diciendo: Id al pueblo que está enfrente y, entrando en él, encontraréis un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún hombre; desatadlo y traedlo.
31 Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", diréis esto: "Porque el Señor lo necesita."
32 Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho.
33 Cuando desataban el pollino, les dijeron los dueños: ¿Por qué desatáis el pollino?
34 Ellos les contestaron: Porque el Señor lo necesita.
35 Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el pollino, hicieron montar a Jesús.
36 Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino.
37 Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto.
38 Decían: Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas.
39 Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.
40 Respondió: Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.

Inspiración del Espíritu Santo - Desde el Sagrado Corazón de Jesús.

Domingo de Ramos - Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas. Se llegó el momento para que yo hiciese mi entrada final a Jerusalén, mis discípulos y toda la gente reunida para el evento esparcieron sus mantos sobre el camino para darme la bienvenida y alabaron a Dios al tope de sus voces diciendo:
Hosanna al Hijo de David, el Rey de Israel.
Bendito es el que viene en el nombre del Señor. Hosanna en las alturas.

Su gozo incitó el celo de los Fariseos, quienes me pidieron que le dijera que se callaran. Yo les repliqué, Si yo les hago callar, aun las piedras gritarán.

¿Quién podría negar la Gloria de Dios? ¿Quién podría dejar de alabar a Dios cuando la evidencia estaba ante sus ojos? Yo soy el Salvador, quien vino a darle vista a los ciegos, a abrir los oídos de los sordos, a hacer hablar a los mudos, a sanar a los enfermos, a hacer que los cojos caminen, a perdonar a los pecadores y a traerle esperanza a todo el mundo.

Y aun así la gente era muy débil mentalmente tal como la gente de hoy, cuando se llegó el momento de defenderme, la misma gente desapareció o se unió a la opinión de los poderosos de su época.

Yo deseaba tener mi comida de Pascua con mis apóstoles porque mi mas grande milagro iba a ocurrir esa noche antes de mi sufrimiento y Muerte. Siendo la Palabra de Dios encarnada, y con el poder de Dios en mí, Yo consagré el pan y el vino, diciendo “este es mi Cuerpo y esta es mi Sangre.” Después de mi muerte, todos mis apóstoles y aquellos designados por ellos podrían hacer el mismo rito en memoria mía y mi verdadero Cuerpo y mi verdadera Sangre estarían disponibles en el Sacramento de la Salvación, la Sagrada Eucaristía.

Yo fui a rezar al Monte de los Olivos. Empecé mi sufrimiento pensando en la ingratitud de los hombres, indignos de mi regalo, y sin embargo el propósito de mi Encarnación. Yo nací para sufrir y morir por los pecados de la humanidad. Sufrí la tentación de evitar el sufrimiento, pero le recé al Padre: “Si es posible, retira este cáliz de mí, pero que no sea mi voluntad, sino la tuya.”

Luego fui arrestado, humillado, golpeado, desnudado, latigado, coronado con una corona de espinas, escupido, burlado, pateado, insultado y torturado en muchas formas diferentes. Yo, el Rey de Reyes fui tratado peor que un esclavo, Yo quien soy el Juez Supremo fui mal juzgado por los hombres, y finalmente fui condenado a la muerte en la cruz..

Yo arrastré mi cruz con la poca fortaleza de mi cuerpo debilitado, fui insultado y hecho un burlesco por la mayoría de la gente que me había dado la bienvenida a su ciudad un poco antes, caí varias veces en el camino hacia el Calvario y finalmente fui crucificado y morí después de la agonía mas horrorosa que algún ser humano pueda resistir.

Cada momento de mi sufrimiento fue mi ofrecimiento al Padre combinado con la oración “Padre perdónales, porque no saben lo que hacen.” Mi madre se volvió una mártir a mi lado y ella también sufrió todos mis tormentos en su alma.

Pero mi victoria estaba cerca, con mi muerte yo obtuve la vida de ustedes, con mi sufrimiento obtuve su gozo, con mi oración obtuve su perdón, con mi sacrificio obtuve su redención. Mi Gracia conquistó el pecado. Mi muerte derrotó la muerte dando paso a la resurrección. Mi muerte trajo el triunfo del bien sobre el mal. Yo derroté a Satanás de una vez por todas.

Mi sacrificio es el ofrecimiento que Yo les doy a ustedes. Yo he muerto por sus pecados, Yo soy el único que los puede perdonar, Yo lo he merecido del Padre

Yo le he dado a mi Iglesia el poder de perdonar los pecados, para que todo aquel que venga a mí con un corazón humilde y contrito me encuentre disponible en el Sacramento de la Confesión. Ustedes le hablarán al sacerdote, pero Yo les escucharé y perdonaré. Yo le he dado mi Cuerpo y Sangre a la Iglesia, la cual es mi cuerpo místico. Cuando ustedes comen y beben el pan y vino consagrados, ustedes de verdad comen mi Carne y beben mi Sangre. Es el poder de mi Palabra que lo garantiza. Crean y vivan. Porque mi cuerpo es la comida de sus almas y mi sangre les purifica y les libera de sus pecados.

Autor: José de Jesus y María

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