Estudio del Evangelio - Inspiración del Espíritu Santo
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El Trabajo de Dios
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Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma? Pero volviéndose, les reprendió.

Lucas 9:51-62
51 Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén,
52 y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada;
53 pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén.
54 Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?
55 Pero volviéndose, les reprendió;
56 y se fueron a otro pueblo.
57 Mientras iban caminando, uno le dijo: Te seguiré adondequiera que vayas.
58 Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
59 A otro dijo: Sígueme. El respondió: Déjame ir primero a enterrar a mi padre.
60 Le respondió: Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.
61 También otro le dijo: Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa.
62 Le dijo Jesús: Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.

Inspiración del Espíritu Santo - Desde el Sagrado Corazón de Jesús.

Grande es el poder de Dios y grandemente bendecidos son aquellos que lo han recibido. Moisés le ordenó al mar que se abriera y este le obedeció, el profeta Elías le mandó a los cielos que llovieran y ellos obedecieron.

El poder de Dios estaba siempre conmigo, el Hijo del Dios vivo, un poder que no se puede colocar en manos equivocadas. Mi poder es el poder de mi Palabra, es la fuerza absoluta que ha creado todo lo que ha venido a la existencia.

Sin embargo, yo no vine al mundo a demostrar mi poder o a exaltarme con el. Vine con un propósito diferente; usé mi poder para salvar el mundo al negarme a mí mismo, tomar mi cruz y sacrificarme.

El poder que ejercité al hacer mis milagros fue el poder de Dios dando testimonio de mi venida al mundo.

Yo le concedí a mis apóstoles y a todos los que creen en mí, el compartir mi poder para que ellos pudieran sanar a los enfermos y arrojar fuera demonios. Hubo un momento cuando los Apóstoles fueron tentados a mal usar ese poder en un momento de orgullo. Yo les mostré como el espíritu de Dios usa su poder no para destruir, sino para construir, no para condenar sino para salvar, no para exaltarse sino para ser humilde.

Como hijos de Dios, ustedes tendrían todos los poderes que Yo tuve aquí en la tierra, pero por causa del orgullo en sus corazones, esos regalos tienen que ser suprimidos por ahora.

El poder de Dios se siente en casa en los corazones de los humildes. Es el gran poder de la fe que es dado a aquellos que ponen su confianza en Dios. Este poder penetra los cielos y viene derecho a mi trono, siempre recibe lo que pide. Nada me agrada mas que complacer las peticiones de los humildes.

La humildad es la gran lección que Yo le enseñé al mundo. Yo dije, aprendan de mi porque Yo soy manso y humilde de corazón. Yo les digo ahora, vengan a mí y vuélvanse como Yo, para que ustedes se beneficien de mi poder que los hace hijos e hijas de Dios.

Yo expliqué como las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde descansar su cabeza. Yo estaba diciendo, aquí está su Rey, el Dios Todopoderoso, quien teniéndolo todo se redujo a la nada para poder enseñarles que la humildad es el camino a tomar, porque el orgullo enceguece el alma y la lleva al pecado.

Aquel que me desea debe seguirme, aquel que me sigue se vuelve como Yo, pero el precio que tiene que pagar es el desapego del mundo y de su amor propio.



Por José de Jesús y María
 

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