Apostolado del Trabajo de Dios

El Trabajo de Dios - Indice
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 Meditaciones- Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo
Por la Sierva de Dios, Louisa Piccarreta, pequeña hija de la Divina Voluntad

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!


Jesús mío, Crucificado agonizante, ya estás a punto de dar el último respiro de tu vida mortal. Tu santísima Humanidad está ya rígida; el Corazón parece que no te late más... Con la Magdalena me abrazo a tus pies y quisiera, si fuera posible, dar mi vida para reanimar la tuya.

Entre tanto , oh Jesús, veo que de nuevo abres tus ojos moribundos y miras en torno a la Cruz, como si quisieras decir tu último Adiós a todos; miras a tu agonizante Mamá, que ya no tiene más movimiento ni voz por las tremendas penas que sufre, y con tu mirada le dices: "Adiós Mamá, Yo me voy, pero te tendré en mi Corazón. Tú cuida de los míos y tuyos."

Miras a Magdalena , anegada en lágrimas, a tu fiel Juan, y con tu mirada les dices: "Adiós...". Miras con amor a tus mismos enemigos y con tu dulce y agonizante mirada les dices: "Os perdono y os doy el beso de paz". Nada escapa a tu mirada; de todos te despides y a todos perdonas...

Después, reuniendo todas tus fuerzas y con voz potente y sonora gritas: "¡PADRE, EN TUS MANOS ENTREGO MI ESPIRITU!".

E inclinando la cabeza, expiras...

Jesús mío, a este grito se trastorna toda la naturaleza y llora tu muerte..., la muerte de su Creador. La tierra se estremece fuertemente y con su temblor parece que llore y quiera sacudir el espíritu de todos para que te reconozcan como el verdadero Dios... El velo del Templo se rasga; los muertos resucitan; el sol, que ha llorado hasta ahora por tus penas, retira su luz horrorizado... Tus enemigos, a este grito, caen de rodillas y golpeándose el pecho, algunos dicen: "Verdaderamente Este es el Hijo de Dios". Y tu Madre, petrificada y moribunda, sufre penas más amargas que la muerte...

Muerto Jesús mío, con este grito nos has puesto también a nosotros todos en las manos del Padre, para que no nos rechace. Es por esto por lo que has gritado fuerte, y no sólo con la voz sino con todas tus penas y con la voz de tu Sangre: "¡Padre, en tus manos pongo mi espíritu y a todas las almas!".

Jesús mío, también yo me abandono en ti. Dame la gracia de morir por entero en tu amor, en tu Querer, y te suplico que no permitas jamás que ni en la vida ni en la muerte salga yo de tu Santísima Voluntad.

Quiero reparar por todos aquellos que no se abandonan perfectamente a tu Santísima Voluntad, perdiendo o reduciendo así el precioso fruto de tu Redención... ¿Cuál no será el dolor de tu Corazón, oh Jesús mío, al ver tantas criaturas que huyen de tus brazos y se abandonan a sí mismas? Oh Jesús mío, piedad para todos...

Beso tu cabeza coronada de espinas... Y te pido perdón por tantos pensamientos de soberbia, de ambición y de propia estima. Te prometo que cada vez que me venga un pensamiento que no sea totalmente para ti, oh Jesús, y me encuentre en ocasión de ofenderte, gritaré inmediatamente: "¡Jesús, María, os entrego el alma mía!".

Oh Jesús, beso tus hermosos ojos, húmedos aún por las lágrimas y cubiertos por la sangre... Y te pido perdón por cuantas veces te ofendí con miradas inmodestas y pecaminosas. Te prometo que cada vez que mis ojos se sientan impulsados a mirar cosas de tierra, gritaré inmediatamente: "Jesús, María, os entrego el alma mía".

Oh Jesús, beso tus sacratísimos oídos, aturdidos hasta los últimos instantes por insultos y horribles blasfemias... Y te pido perdón por cuantas veces he escuchado o he hecho escuchar conversaciones que nos alejan de ti, y por cuantas conversaciones malas tienen las criaturas. Te prometo que cada vez que me encuentre en la ocasión de oír aquello que no conviene, gritaré inmediatamente: "Jesús, María, os entrego el alma mía".

Oh Jesús mío, beso tu santísimo Rostro, pálido, lívido, ensangrentado... Y te pido perdón por tantos desprecios, insultos y afrentas como recibes de nosotros, vilísimas criaturas, con nuestros pecados. Te prometo que cada vez que me venga la tentación de no darte toda la gloria, el amor y la adoración que es te deben, gritaré inmediatamente: "Jesús, María, os entrego el alma mía".

Oh Jesús mío, beso tu santísima boca, abrasada, seca y amargada... Y te pido perdón por todas las veces que te he ofendido con malas conversaciones y por cuantas veces he cooperado en amargarte y en acrecentar tu sed. Te prometo que cada vez que me venga el pensamiento de decir cosas que podrían ofenderte, gritaré inmediatamente: "Jesús, María, os entrego el alma mía".

Oh Jesús, mío, beso tu cuello santísimo, en el que veo aún las marcas de las cadenas que te han oprimido... Y te pido perdón por tantas cadenas, vínculos y apegos de las criaturas, que han añadido nuevas sogas y cadenas a tu santísimo cuello. Te prometo que cada vez que me sienta turbada por apegos, deseos y afectos que no sean sólo para ti, gritaré inmediatamente: "Jesús, María, os entrego el alma mía".

Jesús mío, beso tus hombros santísimos... Y te suplico perdón por tantas ilícitas satisfacciones, perdón por tantos pecados cometidos con los cinco sentidos de nuestro cuerpo. Te prometo que cada vez que me venga el pensamiento de tomarme algún placer o alguna satisfacción que no sea para tu gloria, gritaré inmediatamente: "Jesús, María, os entrego el alma mía".

Jesús mío, beso tu pecho santísimo... Y te pido perdón por tantas frialdades, indiferencias, tibiezas e ingratitudes tan horribles que recibes de las criaturas. Te prometo que cada vez que me sienta enfriar en tu amor, gritaré inmediatamente: "Jesús, María, os entrego el alma mía".

Jesús mío, beso tus sacratísimas manos... Y te pido perdón por todas las obras malas o indiferentes, por tantísimos actos envenenados por el amor propio y por la propia estima. Te prometo que cada vez que me venga el pensamiento de no obrar por solamente tu amor, gritaré inmediatamente: "Jesús, María, os entrego el alma Mía".

Jesús mío, beso tus santísimos pies... Y te suplico perdón por tantos pasos y por tantos caminos recorridos sin tener la recta intención de agradarte, por tantos que de ti se alejan para ir en busca de placeres de la tierra. Te prometo que cada vez que me venga el pensamiento de separarme de ti, gritaré inmediatamente: "Jesús, María, os entrego el alma mía".

Oh Jesús, beso tu Sacratísimo Corazón... Y quiero encerrar en El, junto con mi alma, a todas las almas redimidas por ti, para que todas se salven, sin excluir alguna... Oh Jesús, enciérrame en tu Corazón, y cierra sus puertas, de modo que yo no pueda ver, desear o conocer nada fuera de ti. Te prometo que cada vez que me venga el pensamiento de querer salir de éste tu Corazón, gritaré inmediatamente: "Jesús, María, os entrego el alma mía".


Estaciones de la cruz - Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!

Apostolado del Trabajo de Dios - mpjs#34
Meditaciones de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo - Veinticuatro Horas de la Pasión

El Trabajo de Dios
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