Apostolado del Trabajo de Dios

El Trabajo de Dios - Indice
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 Meditaciones- Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo
Por la Sierva de Dios, Louisa Piccarreta, pequeña hija de la Divina Voluntad

Jesús se aleja de su Madre Santísima y se encamina al Cenáculo Jesús se aleja de su Madre Santísima y se encamina al Cenáculo


De las 6 a las 7 de la tarde

SEGUNDA HORA

Jesús mío adorable, mientras tomo parte junto contigo en tus dolores y en los de tu afligida Madre, veo que te decides a partir para encaminarte adonde el Querer del Padre te llama. Es tan grande el dolor entre Hijo y Madre, que os hace inseparables, por lo que Tú te quedas en el corazón de tu Mamá y la dulce Mamá y Reina se deja en el tuyo, de lo contrario os hubiera sido imposible separaros. Pero después, bendiciéndoos mutuamente, Tú le das tu último beso para darle fuerzas en los amargos dolores que va a sufrir, le dices tu último Adiós y partes. Pero la palidez de tu rostro, los labios temblorosos, tu voz sofocada, como si fueras a romper en llanto al decirle Adiós... ah, todo esto me dice cuánto la amas y lo que sufres al dejarla. Pero para cumplir la Voluntad del Padre, con vuestros corazones fundidos el uno en el otro, a todo os sometéis queriendo reparar por aquellos que por no vencer las ternuras de los familiares o amigos o los vínculos y los apegos a las criaturas no se preocupan por cumplir el Querer Santo de Dios y corresponder al estado de santidad al que Dios los llama. Qué dolor te dan estas almas al rechazar de sus corazones al amor que quieres darles y se contentan con el amor de las criaturas...

Amable amor mío, mientras reparo contigo permite que me quede con tu Mamá para consolarla y sostenerla mientras Tú te alejas, después apresuraré mis pasos para alcanzarte.

Pero con sumo dolor mío veo que mi angustiada Mamá tiembla, y es tanto su dolor que mientras trata de decir Adiós al Hijo, la voz se le apaga en los labios y no puede articular palabra alguna; se siente desfallecer y en su delirio de amor dice: "¡Hijo mío, Hijo mío, te bendigo! ¡Qué amarga separación, más cruel que cualquier muerte!" Pero el dolor le impide hablar y la enmudece...

¡Desconsolada Reina, deja que te sostenga, que te enjugue las lágrimas, que te compadezca en tu amargo dolor! Madre mía, no te dejaré sola. Tú tómame contigo y enséñame, en este momento tan doloroso para Jesús y para t, lo que debo hacer, cómo debo defenderlo, cómo debo repararlo y consolarlo, y si debo exponer mi vida para defender la suya... No, no me separaré de debajo de tu manto, a una señal tuya volaré a Jesús y llevaré tu amor, tus afectos, y tus besos junto con los míos y los pondré en cada llaga, en cada gota de su sangre, en cada pena e insulto, a fin de que sintiendo en cada pena los besos y el amor de su Mamá, sus penas queden endulzadas, y después volveré bajo tu manto trayéndote sus besos para endulzar tu corazón traspasado.

Madre mía, el corazón me palpita, quiero ir a Jesús, y mientras beso tus manos maternas bendíceme como has bendecido a Jesús y permíteme que vaya a El.

Dulce Jesús mío, el amor me descubre tus pasos y te alcanzo mientras recorres las calles de Jerusalén con tus amados discípulos, te miro y te veo todavía pálido,, oigo tu voz, dulce, sí, pero triste, con una tristeza que rompe el corazón de tus discípulos, que están turbados. "Es la última vez –dices—que recorro estas calles por Mí mismo, mañana las recorreré atado y arrastrado entre mil insultos." Y distinguiendo los lugares en los que serás más insultado y maltratado sigues diciendo: "Mi vida está por terminar acá abajo, como está por ponerse el sol, y mañana, a esta hora, ya no existiré... Pero como sol resucitaré al tercer día." Al oír tus palabras, los Apóstoles más se entristecen y no saben qué responder. Pero Tú añades: "Animo, no os abatáis, Yo no os dejo, siempre estaré con vosotros, pero es necesario que Yo muera por el bien de todos." Y así diciendo te conmueves y con voz temblorosa continúas instruyéndolos. Antes de entrar en el Cenáculo miras el sol que ya se pone, así como está por ponerse tu Vida y ofreces tus pasos por aquellos que se encuentran en el ocaso de su vida y das la gracia de que la hagan ponerse en ti y reparas por aquellos que a pesar de los sinsabores y de los desengaños de la vida se obstinan en no rendirse a ti. Después miras de nuevo a Jerusalén, el centro de tus milagros y de las predilecciones de tu corazón, y que en pago ya te está preparando la Cruz y afilando los clavos para cometer el deicidio, y te estremeces, y se te rompe el corazón y lloras por su destrucción. Y con esto reparas por tantas almas consagradas a ti, almas que con tanto cuidado tratabas de convertir en portentos de tu amor y que ellas, ingratas, no te corresponden y te hacen así padecer mayores amarguras... y yo quiero reparar contigo para endulzar esta herida de tu corazón. Pero veo que te quedas horrorizado ante la vista de Jerusalén y retirando de ella tus miradas entras ya en el Cenáculo... Amor mío, estréchame a tu corazón para que haga mías tus amarguras y las ofrezca junto contigo. Y Tú mira piadoso mi alma y derramando tu amor en ella bendíceme.


Estaciones de la cruz - Jesús se aleja de su Madre Santísima y se encamina al Cenáculo

Apostolado del Trabajo de Dios - mpjs#4
Meditaciones de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo - Veinticuatro Horas de la Pasión

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