Mistica Ciudad de Dios - Virgen María
 
por María de Agreda

 - Treasury of Prayers, Catholic inspirations, meditations, reflexions Comienza el Altísimo a disponer en María Santísima el misterio de la Encarnación y su ejecución por nueve días antecedentes. Declárese lo que sucedió en el primero.

INDICE   Libro  3   Capítulo  1    Versos:  1-16


1. Puso el Muy Alto a nuestra Reina y Señora en las obligaciones de esposa del Santo José y en ocasión de conversar más con los prójimos, para que su vida inculpable fuese a todos ejemplar de suma santidad. Hallándose la divina Señora en este nuevo estado, pensó y discurrió tan altamente y ordenó las operaciones de su vida con tal sabiduría, que fue admirable emulación para la angélica naturaleza y magisterio nunca visto para la humana. Pocos la conocían, y menos la comunicaban; pero éstos, más dichosos, recibían todos tan divinos influjos de aquel cielo de María, que con admirable júbilo y conceptos peregrinos querían dar voces y publicar la lumbre que les encendía los corazones, conociendo se derivaba de la presencia de María Purísima. No ignoraba la Prudentísima Reina estos efectos de la mano del Altísimo, pero ni era tiempo de fiárselos al mundo, ni su profundísima humildad lo consentía. Pedía al Señor continuamente la ocultase de los hombres y que todos los favores de su diestra redundasen en sola su alabanza y permitiese que fuese ella ignorada y despreciada de todos los mortales, porque no fuese ofendida su bondad infinita.
2. Estas peticiones de su Esposa admitía el Señor en grande parte y disponía su providencia que la misma luz enmudeciese a los que con ella se inclinaban a engrandecerla, y movidos de la virtud Divina se dejaban y se convertían al interior, alabando al Señor por la luz que en él sentían, y con una preñez de admiración suspendían el juicio y dejando la criatura se volvían al Criador. Muchos salían de pecado sólo con haberla mirado y otros mejoraban sus vidas y todos se componían a su vista, porque recibían celestiales influencias en sus almas; pero luego se olvidaban del mismo original de donde se copiaba, porque si le tuvieran presente o conservaran su imagen, nadie sufriera el alejarse de ella y todos la buscaran desalados, si Dios no lo impidiera con misterio.
3. En obras de donde tales frutos se cogían y en aumentar los méritos y gracias de donde todo procedía, se ocupó nuestra Reina, esposa de José, por seis meses y diecisiete días, que pasaron de su desposorio hasta la Encarnación del Verbo. Y no puedo detenerme en referir por menor los actos tan heroicos como hizo de todas las virtudes interiores y exteriores, de caridad, humildad, religión, limosnas, beneficios y otras obras de misericordia; porque todo esto excede a la pluma y a la capacidad. Con lo que más se manifestará es con decir que halló el Altísimo en María Santísima la plenitud de su agrado y el lleno de su deseo y la correspondencia de pura criatura debida a su Criador. Con esta santidad y merecimientos se halló Dios como obligado y, a nuestro entender, compelido, para apresurar el paso y extender el brazo de su omnipotencia a la mayor de las maravillas que antes ni después se conocerá, tomando carne humana el Unigénito del Padre en las entrañas virginales de esta Señora.
4. Para ejecutar esta obra con la decencia digna del mismo Dios, previno singularmente a María Santísima por nueve días que inmediatamente precedieron al misterio, y soltando el ímpetu del río (Sal., 45, 5) de la Divinidad, para que inundase con sus influjos a esta Ciudad de Dios, comunicóle tantos dones, gracias y favores, que yo enmudezco en el conocimiento que de esta maravilla se me ha dado y se acobarda mi bajeza para referir lo que entiendo; porque la lengua, la pluma y todas las potencias de las criaturas son instrumentos improporcionados para revelar tan encumbrados sacramentos. Y así quiero que se entienda que cuanto aquí dijere es una oscura sombra de la menor parte de esta maravilla y prodigio inexplicable, que no se ha de medir con nuestros limitados términos, mas con el poder Divino que no los tiene.
5. El primero día de esta felicísima novena sucedió que la divina princesa María, después de algún pequeño alivio que recibía, se levantó a media noche a imitación de su padre (Santo Rey) David (Sal., 118, 62) que éste era el orden y concierto que le había dado el Señor y postrada en la presencia del Altísimo comenzó su acostumbrada oración y santos ejercicios. Habláronla los Santos Ángeles que la asistían, y la dijeron: Esposa de nuestro Rey y Señor, levantaos, que Su Majestad os llama. Levantóse con fervoroso afecto, y respondió: El Señor manda que del polvo se levante el polvo. Y convertida a la cara del mismo Señor que la llamaba, continuó diciendo: Altísimo y poderoso Dueño mío, ¿qué queréis hacer de mí? En estas palabras su alma santísima fue en espíritu elevada a otra nueva y más alta habitación, más inmedita al mismo Señor y más remota de todo lo terreno y momentáneo.
6. Sintió luego que allí la disponían con aquellas iluminaciones y purificaciones que recibía otras veces para alguna más alta visión de la Divinidad. Y no me detengo en referirlas, porque lo hice en la primera parte (Cf. supra p. I n. 623-629, 632). Con esto se le manifestó la Divinidad por visión, no intuitiva, sino abstractiva; pero con tanta evidencia y claridad, que de aquel objeto incomprensible comprendió más esta Señora por este modo que los bienaventurados con el que intuitivamente le conocen y le gozan. Fue esta visión más alta y más profunda que otras de este género; porque cada día la divina Señora se hacía más idónea y unos beneficios, usando tan perfectamente de ellos, la disponían para otros y las repetidas noticias y visiones de la Divinidad la hacían más robusta para obrar con mayor fuerza cerca de aquel objeto infinito.
7. Conoció en esta visión nuestra princesa María altísimos secretos de la Divinidad y de sus perfecciones, y especialmente de su comunicación ad extra por la obra de la creación; y cómo procedió de la bondad y liberalidad de Dios y cómo para su ser Divino y su infinita gloria no había menester las criaturas, porque sin ellas estaba glorioso en sus interminables eternidades, antes de la creación del mundo. Muchos sacramentos y secretos se le comunicaron a nuestra Reina que ni se pueden ni deben manifestar a todos, porque sola ella fue la única y electa (Cant., 6, 8) para estas delicias (Cant., 7,6) del sumo Rey y Señor de lo criado. Pero conociendo Su Alteza en esta visión aquel peso e inclinación de la Divinidad para comunicarse ad extra, mayor que le tienen todos los elementos cada uno a su centro, y como estaba tan entrañada en la esfera de aquel fuego del divino amor, enardecida en él pidió al Padre Eterno enviase al mundo a su Unigénito y diese a los hombres su remedio y a su misma Divinidad y perfecciones diese a nuestro entender la satisfacción y ejecución que pedían.
8. Eran para el Señor muy dulces estas palabras de su Esposa, eran la purpúrea venda (Cant., 4, 3) con que ligaba y compelía su amor. Y para venir a la ejecución de sus deseos, quiso prevenir de cerca el tabernáculo o el templo a donde quería descender desde el pecho de su Eterno Padre. Determinó darle a su amada y escogida para madre noticia clara de todas las obras ad extra, como las había su omnipotencia fabricado. Y este día en la misma visión le manifestó todo lo que hizo en el día primero de la creación del mundo, que se refiere en el Génesis (Gén., 1, 1-5) y las conoció todas con más claridad y comprensión que si las tuviera presentes a los ojos corporales, porque las conoció primero en el mismo Dios y después en sí mismas.
9. Entendió y conoció cómo en el principio crió el Señor el cielo y la tierra, cuánto y cómo estuvo vacía y las tinieblas sobre la cara del abismo, cómo el espíritu del Señor era llevado sobre las aguas y cómo al Divino mandato fue hecha la luz y su condición, y que dividiendo las tinieblas, ellas se llamaron noche y la luz día; y en esto se gastó el primero. Conoció la grandeza de la tierra, su longitud, latitud y profundidad, sus cavernas, infierno, limbo y purgatorio con sus habitadores, las regiones, climas, meridianos y división en las cuatro partes del mundo y todos los que las ocupan y habitan. Conoció con la misma claridad los orbes inferiores y cielo empíreo, y cuándo fueron criados los ángeles en el día primero, y entendió su naturaleza y condiciones, diferencias, jerarquías, oficios, grados y virtudes. Fuele manifestada la rebeldía de los ángeles malos y su caída, con las causas y ocasiones que tuvo ocultábale siempre el Señor lo que a ella le tocaba. Entendió el castigo y efectos del pecado en los demonios, conociéndolos como ellos en sí mismos son; y para fin de este favor del primer día le manifestó de nuevo el Señor, cómo ella era formada de aquella baja materia de la tierra y de la naturaleza de todos los que se convierten en polvo; y no le dijo que sería ella convertida en él, pero diole tan alto conocimiento del ser terreno, que se humilló la gran Reina hasta el profundo de la nada y siendo inculpable se abatió más que todos los hijos de Adán juntos y llenos de miserias.
10. Toda esta visión y sus efectos ordenaba el Altísimo para abrir en el corazón de María las zanjas tan profundas como pedía el edificio que en ella quería edificar, que tocase hasta la unión sustancial e hipostática de la misma Divinidad. Y como la dignidad de Madre de Dios era sin término y de alguna infinidad, convenía que se fundase en una humildad proporcionada y que fuese ilimitada sin pasar los límites de la razón; pero llegando a lo supremo de la virtud, tanto se humilló la bendita entre las mujeres que la Santísima Trinidad quedó como pagada y satisfecha y a nuestro modo de entender obligada a levantarla al grado y dignidad más eminente entre las criaturas y más inmediato a la Divinidad; y con este beneplácito la habló Su Majestad y la dijo:
11. Esposa y paloma mía, grandes son mis deseos de redimir al hombre del pecado, y mi piedad inmensa está como violentada mientras no desciendo a reparar el mundo; pídeme continuamente estos días con grande afecto la ejecución de estos deseos y, postrada en mi real presencia, no cesen tus peticiones y clamores, para que con efecto descienda el Unigénito del Padre a unirse con la humana naturaleza.A este mandato respondió la divina Princesa, y dijo: Señor y Dios eterno, cuyo es todo el poder y sabiduría, a cuya voluntad nadie puede resistir (Est., 13, 9), ¿quién impide vuestra omnipotencia?, ¿quién detiene el corriente impetuoso de vuestra Divinidad, para no ejecutar vuestro beneplácito en beneficio de todo el linaje humano? Si acaso, amado mió, soy yo el óbice de este impedimento para beneficio tan inmenso, muera primero que yo resista a vuestro gusto; no puede caer este favor en merecimiento de ninguna criatura, pues no queráis, Dueño y Señor mío, aguardar a que más lo vengamos a desmerecer. Los pecados de los hombres se multiplican y crecen más Vuestras ofensas, pues ¿cómo llegaremos a merecer el mismo bien de que nos hacemos cada día más indignos? En vos mismo está, Señor mío, la razón y el motivo de nuestro remedio: vuestra bondad infinita, Vuestras misericordias sin número os obligan, los gemidos de los profetas y padres de vuestro pueblo os solicitan, los santos os desean, los pecadores aguardan y todos juntos claman; y si yo vil gusanillo no desmerezco Vuestra dignación con mis ingratitudes, os suplico con lo íntimo de mi alma aceleréis el paso y lleguéis a nuestro remedio por Vuestra misma gloria.
12. Acabó esta oración la Princesa del cielo y volvió luego a su ordinario y más natural estado; pero con el nuevo mandato que tenía del Señor fue continuando todo aquel día las peticiones por la Encarnación del Verbo y con profundísima humildad repitió los ejercicios de postrarse en la tierra y orar en forma de cruz; porque el Espíritu Santo que la gobernaba le había enseñado esta postura, de que tanto se había de complacer la Beatísima Trinidad, y como si de su real trono en el cuerpo de la futura Madre del Verbo mirara crucificada la persona de Cristo, así recibía aquel matutino sacrificio de la Purísima Virgen, en que prevenía el de su Hijo Santísimo.

Doctrina que me dio la Reina del cielo.
13. Hija mía, no son capaces los mortales para entender las obras indecibles que el brazo de la Omnipotencia obró en mí, disponiéndome para la Encarnación del Verbo Eterno; señaladamente los nueve días que precedieron a tan alto sacramento fue mi espíritu elevado y unido con el ser inmutable de la Divinidad y quedó anegado en aquel piélago de infinitas perfecciones, participando de todas ellas eminentes y divinos efectos que no pueden venir en corazón humano. La ciencia que me comunicó de las criaturas penetraba hasta lo íntimo de todas ellas, con mayor claridad y privilegios que la de todos los espíritus angélicos, siendo ellos tan admirables en este conocimiento de todo lo criado, después de ver a Dios, y las especies de todo lo que entendí me quedaron impresas, para usar de ellas después a mi voluntad.
14. Lo que de ti quiero ahora ha de ser que, atenta a lo que yo hice con esta ciencia, me imites según tus fuerzas con la luz infusa que para esto has recibido; aprovecha la ciencia de las criaturas, formando de ellas una escala que te encamine a tu Criador, de suerte que en todas busques su principio de donde se originan y su fin a donde se ordenan; de todas te sirve para espejo en que reverbere su Divinidad, para recuerdo de su omnipotencia y para incentivos del amor que de ti quiere. Admírate con alabanza de la grandeza y magnificencia del Criador y en su presencia te humilla a lo ínfimo del polvo y nada dificultes de hacer ni padecer para llegar a ser mansa y humilde de corazón. Atiende, carísima, cómo esta virtud fue el fundamento firmísimo de todas las maravillas que obró el Altísimo conmigo; y para que aprecies esta virtud, advierte que entre todas, así como es tan preciosa, también es delicada y peligrosa, y si en alguna cosa la pierdes y no eres humilde en todas sin diferencia, no lo serás con verdad en alguna. Reconoce el ser terreno y corruptible que tienes y no ignores que el Altísimo con grande providencia formó al hombre de manera que su mismo ser y formación le intimase, le enseñase y repitiese la importante lección de la humildad y que jamás le faltase este magisterio; por esto no le formó de más noble materia y le dejó el peso del santuario (Ex., 30, 24) en su interior, para que en una balanza ponga el ser infinito y eterno del Señor, y en otra el de su vilísima materia; y con esto le dé a Dios lo que es de Dios (Mt., 22, 21) y a sí mismo se dé lo que le toca.
15. Yo hice con perfección este juicio para ejemplo y doctrina de los mortales, y quiero que tú le hagas a mi imitación y que tu desvelo y estudio sea en ser humilde, con que darás gusto al Altísimo y a mí, que quiero tu verdadera perfección, y que se funde sobre las zanjas profundísimas de tu conocimiento, y cuanto más las profundes más alto y encumbrado subirá el edificio de la virtud y tu voluntad hallará lugar más íntimo en la del Señor; porque mira desde la altura de su solio a los humildes de la tierra (Sal., 112, 6).
Apostolado del Trabajo de Dios - mcdd #74

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