Apostolado del Trabajo de Dios

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 Meditaciones- Horas de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo
Por la Sierva de Dios, Louisa Piccarreta, pequeña hija de la Divina Voluntad

Mujer, ahí está tu hijo, y a Juan (y todos nosotros) ahí esta tu madre. Mujer, ahí está tu hijo, y a Juan (y todos nosotros) ahí esta tu madre.


Crucificado Jesús mío, tus penas aumentan cada vez más. Ah, sobre esta Cruz Tú eres el verdadero Rey de los Dolores, y en medio de tantas penas no se te escapa ningún alma, sino que le das tu Vida a cada una. Pero tu amor se ve resistido por las criaturas, despreciado, no tomado en cuenta, y al no poder desahogarse, se hace cada vez más intenso y te procura indecibles torturas; y en estas torturas va ideando qué más puede dar al hombre para vencerlo, y te hace decir: "¡Mira, oh alma, cuánto te he amado! ¡Si no quieres tener piedad de ti misma, ten piedad al menos de mi amor!"

Entre tanto, viendo que no tienes ya nada más que darle, pues ya te has dado todo, vuelves tu mirada agonizante a tu Mamá... También Ella está más que agonizante por causa de tus penas, y es tan grande el amor que la tortura que la tiene crucificada a la par contigo... Madre e Hijo os comprendéis..., entonces Tú suspiras con satisfacción y te consuelas viendo que puedes dar tu Mamá a la criatura; y considerando en Juan a todo el género humano, con voz tan tierna que enternece a todos los corazones dices: "MUJER, HE AHÍ A TU HIJO" y a Juan: "HE AHÍ A TU MADRE".

Tu voz desciende en su Corazón materno y juntamente con las voces de tu Sangre continúas diciéndole "Madre mía, te confío a todos mis hijos; todo el amor que me tienes a Mí, tenlo para cada uno de ellos; todos tus cuidados y ternuras maternas sean también para cada uno de mis hijos... Tú me los salvarás a todos."

La Mamá acepta... Pero son tan intensas tus penas, que de nuevo te reducen al silencio...

Oh Jesús mío, quiero reparar por las ofensas que se le hacen a la Santísima Virgen, por las blasfemias e ingratitudes de tantos que no quieren reconocer los beneficios que nos has hecho a todos, dándonosla por Madre... ¿Cómo podremos agradecerte por tan gran beneficio? Recurro a ti mismo, oh Jesús mío, y en agradecimiento te ofrezco tu misma Sangre, tus llagas y el amor infinito de tu Corazón...

Oh Mamá santa, ¿cuál no es tu conmoción al oír la voz de tu Hijo, que te deja como Madre de todos nosotros? Yo te doy las gracias, Virgen bendita, y para agradecerte como mereces te ofrezco la misma gratitud de tu Jesús. Oh dulce Mamá, sé Tú nuestra Madre, tómanos a tu cargo y no dejes que jamás te ofendamos en lo más mínimo; manténnos siempre estrechados a Jesús y con tus manos átanos a todos, a todos a El, de modo que nunca más podamos huir de El. Con tus mismas intenciones quiero reparar por todas las ofensas que se hacen a tu Jesús y a ti, dulce Mamá mía...

Oh Jesús mío, mientras continúas inmerso en tantas penas, abogas aun más por la causa de la salvación de las almas; y yo por mi parte no me quiero quedar indiferente, sino que quiero recorrer tus llagas, besarlas, curarlas y sumergirme en tu Sangre, para poder decir junto contigo: "¡Almas, almas!". Y quiero sostener tu cabeza traspasada y dolorida para repararte y pedirte misericordia, amor y perdón para todas.


Estaciones de la cruz - Mujer, ahí está tu hijo, y a Juan (y todos nosotros) ahí esta tu madre.

Apostolado del Trabajo de Dios - mpjs#30
Meditaciones de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo - Veinticuatro Horas de la Pasión

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