Imitación de la santidad

Tenemos que dejar de vivir nuestras vidas como lo hemos hecho anteriormente. Tenemos que imitar a Cristo quien es nuestro modelo y regresar a Dios el Padre como lo hizo el hijo pródigo [Lucas 15:11-32] reconociendo que hemos pecado contra El y contra el mundo, que no merecemos ser Sus hijos. Sabiendo que hemos muerto en nuestros pecados y que ahora queremos vivir, tenemos que volver muy humildemente ante Dios para recibir las vestiduras de nuestra Salvación en Cristo Nuestro Señor.

Muchas veces nos justificamos y pensamos que somos buenos, pero la bondad es reconocer que hay tanta maldad en nosotros que nos hace siempre escazos de bondad, la santidad no se encuentra nunca pensando que ya somos santos, aun San Pablo dice que trabajemos con temor y temblor por nuestra salvación [Filipenses 2:12].

Jesús dice que los primeros serán los últimos y los últimos los primeros. Por eso no podemos pasar juicio, ya sea por bien o por mal, porque hay solo un Juez, no podemos decir que ya estamos salvados porque hay tan solo un Salvador [Santiago 4:12], y no podemos decir que no seremos castigados porque eso sería no sentir temor de Dios.  Cualquiera de esos pensamientos tan elevados de nosotros mismos tan solo pueden ser orgullo en los ojos de Dios. Así que la humildad permanece como la llave a la santidad.

Ser humilde significa ser pequeño ante Dios, disminuir de tal manera que Dios pueda aumentar en nosotros [Juan 3:30], volvernos tan pequeños como niños porque de ellos es el Reino de los Cielos. Es negarnos a nosotros toda la gloria y recompensa, para que podamos trabajar nuestra salvación por el interés único de amar y servir a Dios y NO por nuestra propia recompensa del Cielo. Tenemos que estar totalmente desapegados de todas nuestras posesiones tanto materiales como espirituales, pues todo le pertenece a Dios.

Un esclavo es alguien que depende totalmente de su amo, de la misma manera volviéndonos servidores de Cristo, aprendemos a volvernos Sus esclavos de Amor y nos entregamos totalmente a El para Su mas grande Gloria [Efesios 6:6] y Dios en su bondad no despreciará los humildes sino los orgullosos, El levantará aquellos quienes doblan su orgullo en humildad total y reconocen que El es todo Poder, Sabiduría y Amor.

Hemos sido comprados por un gran precio no en dinero sino en la Santa Sangre de Cristo nuestro Amo Divino, Nuestro Señor [1 Pedro 1:18-19], por eso tenemos que renunciar el demonio quien es el amo de nuestro pecado, tenemos que renunciar el mundo que se convierte en nuestro amo con todas sus seducciones y tenemos que renunciar la carne volviéndonos amos de ella, de otra manera seremos totalmente carnales, guiados por nuestras pasiones.

Si imitamos a Cristo, [Filipenses 2:5-7] imitamos a alguien quien siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como esclavo y como rescate de todos aquellos que le aman.

Si hay solo Uno quien es bueno, entonces imitémosle.

El le dijo al Padre Eterno, "Perdónales porque no saben lo que hacen" [Lucas 23:34],  por causa de Su muerte hemos sido perdonados; también dijo "si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial" [Mateo 6:12-15]

El primer paso en nuestra sanación interior es perdonar a todo el mundo, erradicar todos los resentimientos de nuestros corazones para poder tener el corazón  y el Espíritu nuevo que el Señor prometió darnos [Ezequiel 36:26]. Una vez que nosotros seamos sanados, nos convertiremos en canales de sanación para los demás.

María, la Santísima Madre de Nuestro Señor fue la primera Cristiana, Ella siguió al Señor y le imitó perfectamente, Ella se volvió como El. Fue hecha sin pecado por la Gracia de Dios y retuvo esa pureza y santidad a través de su vida, aumentándola de gran manera para la Gloria de Dios.

Para volvernos como Jesús, imitemos a María.

Santificación en nuestro trabajo diario

Colosenses 3:17. Y todo cuanto hagáis, de palabra y de boca, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre.
 
Cristo es la clave para la santificación de nuestras vidas, con la excepción del pecado, todo lo que hagamos en Cristo, se santifica.

San Pablo dice que debemos de rezar continuamente, que nuestras vida deben ser una oración de agradecimiento, adoración, alabanza e inmolación a Dios la cual es posible cuando vivimos totalmente en Cristo.

La Voluntad de Dios es nuestra santificación [1 Tesalonicenses 4:3], que nos alejemos de la fornicación, de toda lujuria y maldad, para que podamos honrarle como templos de su Espíritu Santo, tenemos que llevar la Presencia de Dios a los demás, nos tenemos que volver la luz del mundo como el Señor le dijo a los Apóstoles.

Cuando trabajamos diariamente, estamos desarrollando el plan de Dios para nosotros, algunos son llamados a servirle con el gran honor del Sacerdocio, otros tienen la vocación del Matrimonio, otros permanecen solteros y todos le sirven al Señor en diferentes maneras a través de su trabajo.

Toda clase de trabajo productivo es la Voluntad de Dios para nosotros, puesto que El dijo "Ganarás el pan con el sudor de tu frente" [Génesis 3:19]. Cuando trabajamos alegremente glorificamos la Voluntad de Dios.

El trabajo es una maravillosa oportunidad para glorificar al Señor si lo convertimos en oración, si lo ofrecemos a Dios, si lo hacemos en Su Santo Nombre, si lo hacemos con El. Incluyamos a Jesús siempre en nuestras vidas, en nuestro trabajo, en toda cosa que hagamos, El estará con nosotros en Espíritu bendiciéndonos por haberle pedido que sea nuestro compañero [Mateo 28:20].

Cuando trabajamos nos estamos sirviendo los unos a los otros, y si mezclamos nuestro trabajo con Amor, entonces lo mezclaremos con Dios por que El es Amor y así se santificará. Tenemos que aceptar con seguridad que recibiremos nuestro salario al final del día porque cuando trabajamos para Dios trabajaremos para el mejor patrón del universo [Mateo 10:42].

Santificación por la Gracia

En el Bautismo recibimos la Gracia Santificante de Nuestro Señor que nos abre el camino a la Salvación [1 Pedro 3:21]. Este es un regalo de Dios que nos ayuda en nuestra jornada de la fe hacia la meta de la felicidad eterna.

Aun cuando tenemos debilidades por causa de nuestro pecado, la Gracia de Dios prevalece y está siempre con nosotros ayudándonos en diferentes maneras. Algunos también reciben gracias especiales o carismas del Espíritu Santo los cuales les permiten trabajar para la Iglesia y edificarla con su ejemplo [Capitulo 1 Corintios 12].

Los favores de Dios pueden venirnos también a través de la intercesión de la Virgen María y de los santos. Por eso es que nosotros los Católicos tenemos tal recurso a Nuestra Santísima Madre Bendita porque Ella es llena de Gracia siendo que los favores de Dios fluyen a nuestras vidas a través de este magnifico canal que es Nuestra Madre.

[Proverbios 8:32-36].

32 Ahora pues, hijos, escuchadme, dichosos los que guardan mis caminos.
33 Escuchad la instrucción y haceos sabios, no la despreciéis.
34 Dichoso el hombre que me escucha velando ante mi puerta cada día,          guardando las jambas de mi entrada.
35 Porque el que me halla, ha hallado la vida, ha logrado el favor de Yahveh.
36 Pero el que me ofende, hace daño a su alma; todos los que me odian, aman la muerte.
 
 

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