Mistica Ciudad de Dios - Virgen María
 
por María de Agreda

 - Treasury of Prayers, Catholic inspirations, meditations, reflexions En que se da fin a la explicación del capítulo 12 del Apocalipsis.

INDICE   Libro  1   Capítulo  10    Versos:  120-134


120. Pero, ¡ay de la tierra y del mar, porque ha bajado a vosotros el diablo, que tiene grande ira, sabiendo que tiene poco tiempo! ¡Ay de la tierra, donde tan innumerables pecados y maldades se han de cometer! ¡Ay del mar, que sucediendo tales ofensas del Criador a su vista no soltó su corriente y anegó a los transgresores, vengando las injurias de su Hacedor y Señor! Pero ¡ay del mar profundo y endurecido en maldad de aquellos que siguieron a este diablo, que ha bajado a vosotros para haceros guerra con grande ira, y tan inaudita y cruel que no tiene semejante! Es ira de ferocísimo dragón y más que león devorador, que todo lo pretende aniquilar, y le parece que todos los días del siglo son poco tiempo para ejecutar su enojo. Tanta es la sed y el afán que tiene de dañar a los mortales, que no le satisface todo el tiempo de sus vidas, porque han de tener fin, y su furor deseara tiempos eternos, si fueran posibles, para hacer guerra a los hijos de Dios. Y entre todos tiene su ira contra aquella mujer dichosa que le ha de quebrantar la cabeza (Gén., 3, 15). Y por esto dice el evangelista:
121. Y después que vio el dragón cómo era arrojado en la tierra, persiguió a la mujer que parió al hijo varón. Cuando la antigua serpiente vio el infelicísimo lugar y estado adonde arrojado del cielo empíreo había caído, ardía, más en furor y envidia contaminándose como polilla sus entrañas; y contra la mujer, Madre del Verbo Humanado, concibió tal indignación, que ninguna lengua ni humano entendimiento lo puede encarecer ni ponderar; y se colige en algo de lo que sucedió luego inmediatamente, cuando se halló este dragón derribado hasta los infiernos con sus ejércitos de maldad; y yo lo diré aquí, según mi posible, como se me ha manifestado por inteligencia.
122. Toda la semana primera que refiere el Génesis, en que Dios entendía en la creación del mundo y sus criaturas, Lucifer y los demonios se ocuparon en maquinar y conferir maldades contra el Verbo que se había de humanar y contra la Mujer de quien había de nacer hecho hombre. El día primero, que corresponde al domingo, fueron criados los ángeles y les fue dada ley y preceptos de lo que debían obedecer; y los malos desobedecieron y traspasaron los mandatos del Señor; y por divina providencia y disposición sucedieron todas las cosas que arriba quedan dichas, hasta el segundo día por la mañana correspondiente al lunes, que fue Lucifer y su ejército arrojados y lanzados en el infierno. A esta duración de tiempo correspondieron aquellas mórulas de los ángeles, de su creación, operaciones, batalla y caída, o glorificación. Al punto que Lucifer con su gente estrenó el infierno, hicieron concilio en él congregados todos, que les duró hasta el día correspondiente al jueves por la mañana; y en este tiempo, ocupó Lucifer toda su sabiduría y malicia diabólica en conferir con los demonios y arbitrar cómo más ofenderían a Dios y se vengarían del castigo que les había dado; y la conclusión que en suma resolvieron fue que la mayor venganza y agravio contra Dios, según lo que conocían había de amar a los hombres, sería impedir los efectos de aquel amor, engañando, persuadiendo y, en cuanto les fuese posible, compeliendo a los mismos hombres, para que perdiesen la amistad y gracia de Dios y le fuesen ingratos y a su voluntad rebeldes.
123. En esto decía Lucifer hemos de trabajar empleando todas nuestras fuerzas, cuidado y ciencia; reduciremos a las criaturas humanas a nuestro dictamen y voluntad para destruirlas; perseguiremos a esta generación de hombres y la privaremos del premio que le ha prometido; procuremos con toda nuestra vigilancia que no lleguen a ver la cara de Dios, pues a nosotros se nos ha negado con injusticia. Grandes triunfos he de ganar contra ellas y todo lo destruiré y rendiré a mi voluntad. Sembraré nuevas sectas y errores y leyes contrarias a las del Altísimo en todo; yo levantaré, de esos hombres, profetas y caudillos que dilaten las doctrinas (Act., 20, 30) que yo sembraré en ellos y, después, en venganza de su Criador, los colocaré conmigo en este profundo tormento; afligiré a los pobres, oprimiré a los afligidos y al desalentado perseguiré; sembraré discordias, causaré guerras, moveré unas gentes contra otras; engendraré soberbios y arrogantes y extenderé la ley del pecado; y cuando en ella me hayan obedecido, los sepultaré en este fuego eterno y en los lugares de mayores tormentos a los que más a mí se allegaren. Este será mi reino y el premio que yo daré a mis siervos.
124. Al Verbo humanado haré sangrienta guerra, aunque sea Dios, pues también será hombre de naturaleza inferior a la mía. Levantaré mi trono y dignidad sobre la suya, venceréle y derribaréle con mi potencia y astucia; y la mujer que ha de ser su madre perecerá a mis manos; ¿qué es para mi potencia y grandeza una sola mujer? Y vosotros, demonios, que conmigo estáis agraviados, seguidme y obedecedme en esta venganza, como lo habéis hecho en la inobediencia. Fingid que amáis a los hombres para perderlos; serviréislos para destruirlos y engañarlos; asistiréislos, para pervertirlos y traerlos a mis infiernos.No hay lengua humana que pueda explicar la malicia y furor de este primer conciliábulo que hizo Lucifer en el infierno contra el linaje humano, que aún no era, sino porque había de ser. Allí se fraguaron todos los vicios y pecados del mundo, de allí salieron la mentira, las sectas y errores, y toda iniquidad tuvo su origen de aquel caos y congregación abominable; y a su príncipe sirven todos los que obran la maldad.
125. Acabado este conciliábulo, quiso Lucifer hablar con Dios y Su Majestad dio permiso a ello por sus Altísimos Juicios. Y esto fue al modo que habló Satanás cuando pidió facultad para tentar a Job (Job., 1, 6ss) y sucedió el día que corresponde al jueves; y dijo, hablando con el Altísimo: Señor, pues tu mano ha sido tan pesada para mí, castigándome con tan grande crueldad, y has determinado todo cuanto has querido para los hombres, que tienes voluntad de criar, y quieres engrandecer tanto y levantar al Verbo humanado y con él has de enriquecer a la mujer que ha de ser su madre con los dones que le previenes, ten equidad y justicia; y pues me has dado licencia para perseguir a los demás hombres, dámela para que también pueda tentar y hacer guerra a este Cristo Dios y hombre y a la mujer que ha de ser madre suya; dame permiso para que en esto ejecute todas mis fuerzas.Otras cosas dijo entonces Lucifer y se humilló a pedir esta licencia, siendo tan violenta la humildad en su soberbia, porque la ira y las ansias de conseguir lo que deseaba eran tan grandes, que a ellas se rindió su misma soberbia, cediendo una maldad a otra; porque conocía que sin licencia del Señor Todopoderoso nada podía intentar; y por tentar a Cristo nuestro Señor y a su Madre Santísima en particular, se humillara infinitas veces, porque temía le había de quebrantar la cabeza.
126. Respondióle el Señor: No debes. Satanás, pedir de justicia ese permiso y licencia, porque el Verbo humanado es tu Dios y Señor Omnipotente y Supremo, aunque será juntamente hombre verdadero, y tú eres su criatura; y si los demás hombres pecaren, y por eso se sujetaren a tu voluntad, no ha de ser posible el pecado en mi Unigénito Humanado; y si a los demás hiciere esclavos la culpa, Cristo ha de ser Santo y Justo y segregado de los pecadores (Heb., 7, 26), a los cuales si cayeren levantará y redimirá; y esa Mujer, con quien tienes tanta ira, aunque ha de ser pura criatura e hija de hombre puro, pero ya he determinado preservarla de pecado y ha de ser siempre toda mía, y por ningún título ni derecho en tiempo alguno quiero que tengas parte en ella.
127. A esto replicó Satanás: Pues, ¿qué mucho que sea santa esa mujer, si en tiempo alguno no ha de tener contrario que la persiga e incite al pecado? Esto no es equidad, ni recta justicia, ni puede ser conveniente ni loable. Añadió Lucifer otras blasfemias con arrogante soberbia. Pero el Altísimo, que todo lo dispone con sabiduría infinita, le respondió: Yo te doy licencia para que puedas tentar a Cristo, que en esto será Ejemplar y Maestro para otros, y también te la doy para que persigas a esa Mujer, pero no la tocarás en la vida corporal; y quiero que no sean exentos en esto Cristo y su Madre, pero que sean tentados de ti como los demás. Con este permiso se alegró el dragón más que con todo el que tenía de perseguir al linaje humano; y en ejecutarle determinó poner mayor cuidado, como le puso, que en otra alguna obra y no fiarlo de otro demonio sino hacerlo por sí mismo. Y por esto dice el evangelista:
128. Persiguió el dragón a la mujer que parió al hijo varón; porque con el permiso que tuvo del Señor hizo guerra inaudita y persiguió a la que imaginaba ser Madre de Dios humanado. Y porque en sus lugares diré (Cf., infra n. 600-700; p. II n. 340-371; p. III n. 451-528) qué luchas y peleas fueron éstas, sólo declaro ahora que fueron grandes sobre todo pensamiento humano. Y también fue admirable el modo de resistirlas y vencerlas gloriosísimamente; pues, para defenderse del dragón la mujer, dice: Que le fueron dadas dos alas de una grande águila, para que volase al desierto, a su lugar, donde es alimentada por tiempo y tiempos. Estas dos alas se le dieron a la Virgen Santísima antes de entrar en esta pelea, porque fue prevenida del Señor con particulares dones y favores. La una ala fue una ciencia infusa que de nuevo le dieron de grandes misterios y sacramentos. La segunda fue nueva y profundísima humildad, como en su lugar explicaré (Cf., infra p. II n. 335-339; p. III n. 448-528). Con estas dos alas levantó el vuelo al Señor, lugar propio suyo, porque sólo en Él vivía y atendía. Voló como águila real, sin volver el vuelo jamás al enemigo, siendo sola en este vuelo y viviendo desierta de todo lo terreno y criado y sola con el solo y último fin, que es la Divinidad. Y en esta soledad fue alimentada por tiempo y tiempos; alimentada con el dulcísimo maná y manjar de la gracia y palabras Divinas y favores del brazo poderoso; y por tiempo y tiempos, porque este alimento tuvo toda su vida y más señalado en aquel tiempo que le duraron las mayores batallas con Lucifer, que entonces recibió favores más proporcionados y mayores; también por tiempo y tiempos, se entiende la eterna felicidad, donde fueron premiadas y coronadas todas sus victorias.
129. Y por la mitad del tiempo fuera de la cara de la serpiente. Este medio tiempo fue el que la Virgen Santísima estuvo en esta vida, libre de la persecución del dragón y sin verle, porque después de haberle vencido en las peleas que con él tuvo, por Divina disposición estuvo, como victoriosa, libre de ellas. Y le fue concedido este privilegio, para que gozase de la paz y quietud que había merecido, quedando vencedora del enemigo, como diré adelante (Cf., infra p. III n. 526). Pero mientras duró la persecución, dice el Evangelista:
130. Y arrojó la serpiente de su boca como un río de agua tras de la mujer, para que el río la tragase; y la tierra ayudó a la mujer y abrió la tierra su boca y sorbió el río que arrojó de su boca el dragón. Toda su malicia y fuerzas estrenó Lucifer y las extendió contra esta Divina Señora, porque todos cuantos han sido de él tentados le importaban menos que sola María Santísima. Y con la fuerza que corre el ímpetu de un grande y despeñado río, así y con mayor violencia, salían de la boca de este dragón las fabulaciones, maldades y tentaciones contra ella; pero la tierra la ayudó, porque la tierra de su cuerpo y pasiones no fue maldita, ni tuvo parte en aquella sentencia y castigo que fulminó Dios contra nosotros en Adán y Eva, que la tierra nuestra sería maldita y produciría espinas en lugar de fruto (Gén., 3, 17-18), quedando herida en lo natural con el fomes peccati, que siempre nos punza y hace contradicción, y de quien se vale el demonio para ruina de los hombres, porque halla dentro de nosotros estas armas tan ofensivas contra nosotros mismos; y asiendo de nuestras inclinaciones, nos arrastra con aparente suavidad y deleite y con sus falsas persuasiones tras de los objetos sensibles y terrenos.
131. Pero María Santísima, que fue tierra santa y bendita del Señor, sin tocar en ella el fomes ni otro efecto del pecado, no pudo tener peligro por parte de la tierra; antes ella la favoreció con sus inclinaciones ordenadísimas y compuestas y sujetas a la Gracia. Y así abrió la boca y se tragó el río de las tentaciones que en vano arrojaba el dragón, porque no hallaba la materia dispuesta ni fomentos para el pecado, como sucede en los demás hijos de Adán, cuyas terrenas y desordenadas pasiones antes ayudan a producir este río que a sorberle, porque nuestras pasiones y corrupta naturaleza siempre contradicen a la razón y virtud. Y conociendo el dragón cuán frustrados quedaron sus intentos contra aquella misteriosa mujer, dice ahora:
132. Y el dragón se indignó contra la mujer; y se fue para hacer guerra a lo restante de su generación, que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo. Vencido este gran dragón gloriosamente en todas las cosas por la Reina de todo lo criado, y aun previniendo antes su confusión con este furioso tormento suyo y de todo el infierno, se fue determinando hacer cruda guerra a las demás almas de la generación y linaje de María Santísima, que son los fieles señalados con el testimonio y Sangre de Cristo en el Bautismo para guardar sus testimonios; porque toda la ira de Lucifer y sus demonios se convirtió más contra la Iglesia Santa y sus miembros, cuando vio que contra su Cabeza Cristo Señor nuestro y su Madre Santísima nada podía conseguir; y señaladamente con particular indignación hace guerra a las Vírgenes de Cristo y trabaja por destruir esta virtud de la Castidad virginal, como semilla escogida y reliquias de la castísima Virgen y Madre del Cordero. Y para todo esto dice que:
133. Estuvo el dragón sobre la arena del mar, que es la vanidad contentible de este mundo, de la cual se sustenta el dragón y la come como heno (Job 40, 10). Todo esto pasó en el cielo; y muchas cosas fueron manifestadas a los ángeles, en los decretos de la Divina voluntad, de los privilegios que se disponían para la Madre del Verbo que había de humanarse en ella. Y yo he quedado corta en declarar lo que entendí, porque la abundancia de Misterios me ha hecho más pobre y falta de términos para su declaración.
Apostolado del Trabajo de Dios - mcdd #11

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