Espíritu Santo - Milagros - Poder de lo Alto

Espíritu Santo - Milagros - Poder de lo Alto - Dios el Espíritu Santo

Dios el Espíritu Santo

El Espíritu Santo es el Espíritu de Dios, es la poderosa acción que llena la creación con Amor y Vida. Es la existencia misma. También lo conocemos como la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.
Cuando contemplamos los atributos de Dios, quien es Uno, podemos decir que Dios el Padre es el absoluto Poder y Voluntad, Dios el Hijo es Su Palabra y comando, Dios el Espíritu Santo es la acción de Dios que es Amor.
El Espíritu Santo es un fuego de Amor Divino que viene a tocarnos y refinarnos en un deseo ardiente de poseer a Dios. Nos da una pasión por Dios, destruye todas las afecciones terrenales porque abre nuestros ojos espirituales para ver que tan precioso es Dios.
El Espíritu Santo es el Espíritu de Dios el Padre y de Dios el Hijo, así que nos mueve a gritar Abba que quiere decir “papito” y como hijos de Dios venimos a confiar en Dios mas de los que hemos conocido de confiar en Él, también nos mueve a aceptar a Cristo en nuestras vidas como modelo, camino, verdad y vida.
El fuego del Espíritu Santo enciende la pequeña llama de Amor que existe en nuestro corazón, levanta el alma para que vuele en la libertad de Dios, alimenta el alma con la comida del cielo, le da coraje para que venza las debilidades humanas, le concede completa confianza en Dios para que podamos decir con San Pablo, no soy mas Yo quien vive, es Cristo que vive en mí.
El Espíritu Santo no es visible a nuestros ojos, pero podemos sentir su Presencia dentro de nosotros. Él concede Paz, Amor y Gozo a nuestros corazones y por su acción aprendemos a reconocerle.
Nadie puede decir que Jesús es Señor a menos que sea movido por el Espíritu Santo [1 Corintios 12:3]. Así que el Espíritu vive en cada persona que reconoce que Jesús es Señor, pero eso no garantiza que esa persona sea santa, simplemente activa su fe a través de esa convicción, así que todavía necesitamos una guía continua del Espíritu Santo para conseguir la santidad. Tenemos que nacer del Espíritu y volvernos espíritu, y tenemos que dejar que Él venga como una brisa suave a doblegar nuestra voluntad a sus inspiraciones santas [Juan 3:8].
Lo que nace de la carne es carne, pero lo que nace del Espíritu es espíritu [Juan 3:6], así que en el Bautismo nacemos del Espíritu, pero somos desafiados a probar que somos espíritu.
Como templos del Espíritu Santo [1 Corintios 3:16] tenemos que comportarnos con la debida reverencia a Dios que mora en nosotros, así que podamos volvernos como Él. Pero el problema es que a través del pecado nos volvemos templos del espíritu maligno y despreciamos a Dios.
Para poder tener la experiencia del Amor del Espíritu Santo y volvernos Hijos de Dios, no debemos pecar [1 Juan 3:9]
El Espíritu Santo nos enseñará lo que debemos decir, nos revela la Sabiduría de Dios porque revela las enseñanzas de la Palabra de Dios en nuestros corazones. También es descrito como el Consolador y Abogado o el Paráclito [Juan 14:26].
Nadie se puede volver santo por si solo, así que necesitamos la influencia del Espíritu Santo, Él es como una paloma gentil que se asusta al menor movimiento del pecado. Entonces debemos de ser muy gentiles en la Presencia de Dios que ha condescendido a venir a morar en nosotros.
Nos tenemos que negar a sí mismos la influencia de nuestro espíritu humano para poder permitir que el Espíritu de Dios asuma control de nuestras vidas, esto solo se consigue con una vida de oración y desapego. Debemos someternos humildemente al poderoso Espíritu Santo para poder corresponder a su Gracia, debemos hacer una decisión para llevar un vida interior donde entregamos nuestro propio juicio privado, también la luz de la razón a cambio de la luz de Dios que viene solamente a través de la fe. Solamente a través de esta completa aniquilación del Yo, podemos permitirle al Espíritu de Dios que nos posea; pensar de otra manera es presuntuoso, porque nuestro orgullo siempre deseará alabanza por nuestros trabajos, pero el trabajo de Dios en nuestras almas es el único camino que nos hace santos.
El hombre espiritual también es llamado hombre de Dios, porque verdaderamente le pertenece a Dios. No busca recompensas personales, no resiste la voluntad de Dios así sea que reciba luchas, tentaciones, contradicciones o humillaciones. Dios sabe que es lo mejor, por eso el hombre de Dios se le entrega completamente a Él como Job. Y si recibe regalos temporales estos son para la Alabanza y Gloria de Dios, no para Él, cuando pierde cualquier regalo material o espiritual, gozosamente acepta la voluntad de Dios [Job 1:21]. Vivirá su vida en Imitación de Cristo quien siempre se entregó a la voluntad de su Padre Celestial [Lucas 22:42].

Autor: José de Jesús y María ©

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