Espíritu Santo - Milagros - Poder de lo Alto

Espíritu Santo - Milagros - Poder de lo Alto - El Arrepentimiento

El Arrepentimiento

La clave para la recepción del Espíritu Santo es el arrepentimiento. Juan Bautista estaba predicando el arrepentimiento para el perdón de los pecados y como una preparación para la venida del Mesías. El estaba bautizando con agua que es símbolo de limpieza, pero dijo que el Mesías vendría después de Él, bautizando con fuego y con el Espíritu Santo (Mateo 3:11).
Después del descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, Pedro le habló a la gente y les exhortó a que se arrepintieran y fueran bautizados, para que sus pecados fueran perdonados y pudieran recibir el Espíritu Santo (Hechos 2:38), por esta razón es que nos debemos arrepentir y venir a Dios, y producir frutos consistentes con nuestro arrepentimiento.
Nosotros somos bautizados mientras somos infantes y no hemos cometido ningún pecado; de manera que el Bautismo nos infunde con la Gracia para volvernos Hijos de Dios redimidos por Cristo. Mas adelante en nuestras vidas, tenemos que arrepentirnos de nuestros pecados para permitirle al Espíritu Santo que continúe trabajando en nosotros con su Gracia santificante.
Tal como Juan Bautista era alguien que preparaba el camino para el Señor en el Espíritu de Eliseo, el arrepentimiento viene a preparar un camino de contrición y pena de haber pecado, para la venida de Dios el Espíritu Santo.
Nunca puede haber una experiencia del Espíritu Santo, a menos que nos hayamos arrepentido. Para el propósito de nuestro estudio, y para nuestra propia santificación, estudiaremos este tópico desde el punto de vista de Dios a través de las Sagradas Escrituras y a través de la experiencia del arrepentimiento.
(2 Crónicas 7:14) Si mi gente, quienes llaman mi nombre, se convierten, me hacen súplicas, y buscan mi rostro, y hacen penitencia por haber estado en malos caminos: entonces Yo les escucharé desde los cielos, y les perdonaré sus pecados y sanaré su tierra.
(Jeremías 26:13) Por eso ahora corrijan sus caminos, y sus obras, y escuchen la voz del Señor Su Dios: y el Señor se arrepentirá de la maldad de que ha hablado en contra de ustedes.
(Ezequiel 18:30) Por eso Yo juzgaré a cada hombre de acuerdo a sus caminos, Oh casa de Israel, dice el Señor Dios. Conviértanse, y hagan penitencia por todas sus iniquidades: y la iniquidad no será su ruina.
(Mateo 3:1-2) En aquellos días vino Juan Bautista predicando en el desierto de Judea y diciendo: Hagan penitencia: porque el Reino de los cielos esta cerca.
(Mateo 4:17) Después de haber sido tentado por cuarenta días en el desierto, Jesús fue bautizado se llenó del Espíritu Santo. A partir de ese momento Jesús empezó a predicar, y a decir: Arrepiéntanse porque el Reino de los cielos esta muy cerca.
(Lucas 13:3) A menos que ustedes se arrepienten, todos perecerán.
(Marcos 6:12) Los apóstoles fueron enviados a predicar el arrepentimiento.
Es nuestro deber volvernos discípulos del Señor, y seguir los pasos de los apóstoles transmitiendo el mensaje del arrepentimiento a todo el mundo. Seremos juzgados por no pedirle a otros que se arrepientan como en el caso del profeta (Ezequiel 3:18-21)
(James 5:19-20) 19 Hermanos, si alguno de ustedes yerra contra la verdad, y alguno le convierte;
20 Debe saber que aquel que cause que un pecador se convierta del error o de su camino, salvará su alma de la muerte, y cubrirá una multitud de pecados.
Después del descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles, Pedro se llenó de coraje para predicar el evangelio, mientras el se dirigía a las multitudes y les exhortaba a que se salvaran de esa perversa generación, también les dijo estas palabras acerca del arrepentimiento:
Hagan penitencia, y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para la remisión de sus pecados: y ustedes recibirán el regalo del Espíritu Santo (Hechos 2:38)
Dios ha ignorado los tiempos de nuestra ignorancia (realmente no sabemos que tan grande es nuestra ofensa cuando pecamos), así que Él le ha comandado a todos los hombres que se arrepientan (Hechos 17:30).
Para poder arrepentirnos debemos someter las pasiones de la carne y toda nuestra debilidad humana al poder del Espíritu Santo, debemos sufrir mientras enmendamos nuestras vidas y cambiamos (2 Corintios 7:10), pero el Señor nos recompensará por venir a Él como el hijo pródigo.
Debemos producir frutos acordes a nuestro arrepentimiento (Mateo 3:8), frutos que nos llevarán a la santidad, y luego continuaremos con perseverancia de otro modo podemos perder el privilegio que el Señor nos ha conferido (Revelación 2:5)
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Debemos de confesar diariamente nuestros pecados y debemos de aclamar diariamente la santidad de Dios en contraste (Salmo 38.18). Somos pecadores por naturaleza, Dios es Divino y Santo por su propia Gracia.
¿Cómo podemos venir a Él pensando que somos buenos cuando por  nuestros propios pecados hemos crucificado a Cristo su Hijo?

(Génesis 6:12). Con Adán y Eva sentimos la culpa de nuestra pecaminosidad y los ojos de Dios traspasan a través de la desnudez de nuestras almas acusándonos de nuestras impurezas e imperfecciones, por eso necesitamos humillarnos ante la Majestad de Dios para poder recibir Su bendición.
Somos indignos de estar en Su Presencia; si nosotros viéramos el rostro de Dios moriríamos (Éxodo 33:20), tenemos una deuda eterna que no podemos pagar, excepto con nuestro amor por Cristo y nuestro agradecimiento al Padre. En el Bautismo somos vestidos con Cristo y por Su Gracia somos adornados con las vestiduras de la Salvación, sin embargo como todos hemos pecado, hemos desecrado la Santa Presencia de Dios en nosotros, de tal manera que nos tenemos que arrepentir. Debemos alejarnos de la maldad y la oscuridad, del pecado y la muerte, y tenemos que escoger Bondad, Luz, Gracia y Vida.
El Señor dice, (Lucas 13:5) “a menos de que ustedes se arrepientan, todos perecerán” La mayoría de nosotros viene a la confesión para confesar los mismos pecados repetidamente cada vez. ¿Nos hemos arrepentido realmente? ¿Estamos justificando nuestros pecados y haciendo juegos con nuestra salvación? ¿Acaso no estamos supuestos a venir derramando lágrimas por nuestros pecados como María Magdalena? La razón de nuestra conducta es que confesamos nuestros pecados sin suficiente remordimiento, sin sentir culpa, sin dolor de haber crucificado a Nuestro Señor.
Debemos confesar no solamente nuestros pecados, sino también nuestra culpa. Si, porque nuestros pecados han crucificado al Señor. (Zacarías 12:10)
No podemos volvernos santos hasta que no erradiquemos el pecado de nuestras vidas. Aquel que ha nacido de Dios no comete pecado; porque Su semilla vive en el, y no puede pecar, porque ha nacido de Dios (1 Juan 3:9).
Para poder volverse uno santo, tiene que volverse Hijo de Dios. Tenemos que luchar por la pureza de los ángeles, todo lo que hagamos debe ser hecho en la Presencia de Dios. Vivimos ante Él en la desnudez de nuestras almas pero nuestra culpa es arrancada porque las lágrimas de arrepentimiento demandan Su Misericordia.
El santo está preparado mas bien a morir que a pecar. Pues vivir en el pecado es una maldición para Él, por eso sufre en la carne hasta que pueda ser llamado a estar en Dios para siempre (1 Pedro 2:24).

Autor: José de Jesús y María ©

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