Espíritu Santo - Milagros - Poder de lo Alto

Espíritu Santo - Milagros - Poder de lo Alto - Conociendo a Dios

Conociendo a Dios

Uno de los más grandes placeres de la vida es conocer gente y tener amigos. Conocer a Dios y tener su amistad da el más grande gozo que cualquier ser humano pueda tener.
Muchas de las antiguas civilizaciones creían que el sol era Dios, pero Dios es superior, mas allá, de todas sus criaturas, en efecto el sol siendo tan grande como es, es solamente como una partícula de polvo en este gigantesco universo material que conocemos.
Sin el sol la tierra no existiría, puesto que tiene que girar alrededor de el y recibir su luz y calor.
Nosotros no tenemos que mirar hacia el sol para saber que esta allá, podemos sentir su calor, podemos ver porque el sol ilumina las cosas que vemos. Cuando está oscuro no podemos ver nada. Todas las criaturas se dan cuenta del sol. Como seres humanos tenemos la opción de mirar hacia arriba y reconocer que el sol es una gran parte de la creación.
El sol juega un papel muy importante en nuestra existencia, pero yendo mas allá en la parte espiritual de nuestra existencia, empezamos a saber que Dios está en el más alto nivel, por encima de la creación, debemos admitir que sin Él seríamos nada.
En una manera similar que la tierra depende del sol, nosotros dependemos de Dios. Debemos de girar alrededor de Él; Dios debe ser el centro de nuestras vidas. Debemos recibir su luz y calor para existir. Sin Dios no podríamos existir, la creación como la conocemos no existiría, puesto que viene de Dios y nada existe que no haya sido creado por Dios.
Nosotros no tenemos que preguntarnos donde está Dios, puesto que sabemos que está a nuestro alrededor; en efecto, en Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. (Hechos 17:28)
Vivimos porque Él nos ha dado vida; nos movemos porque tenemos el regalo del movimiento, tenemos nuestro ser en Él lo cual es un verdadero milagro. ¿Quién puede crear vida sino Dios?
Luego tenemos la opción de conocer al Dios que nos creó si miramos hacia arriba espiritualmente reconociendo la grandeza de su ser.
El hombre material no mira hacia arriba; pues pertenece al mundo, él solo mira hacia abajo para el mundo. Él vive para las cosas materiales; las riquezas, los honores, el poder y los placeres, cosas que solamente están disponibles durante nuestra corta existencia material. En su orgullo no necesita mirar con respeto a nadie, ni a Dios.
Pero ¿Cómo podemos conocer a Dios? Empezamos a conocer a Dios reconociendo que Él existe, aceptando que es nuestro creador, informándonos a través de las Sagradas Escrituras, teniendo fe en Él y respondiendo a su benevolencia con nuestras oraciones y buenos trabajos.
La mejor manera de adquirir algo es, primero tener un ardiente deseo de ello. En la misma forma debemos desear conocer a Dios.
El deseo es como un fuego que arde por dentro, si estimulamos ese fuego con nuestro interés en Dios, con lecturas espirituales, con oraciones al Espíritu Santo; Dios responderá a nuestro deseo y experimentaremos el gozo de conocerle.
Dios responde a nuestro deseo de conocerle enviando su Espíritu Santo para que nos enseñe acerca de Él y de nosotros. Este conocimiento santo de Dios es la primera cosa en el plan de Dios para nosotros, de manera que conociéndole aprendemos a amarle y servirle.
Una cosa común en todos los santos es que ellos conocían a Dios de una manera especial. Está escrito en la Santa Biblia que Enoch caminaba con Dios (Génesis 5:22). Moisés hablaba con Dios y Dios le hablaba a él, tenían una hermosa relación.
Todos los profetas a través de las Sagradas Escrituras tenían un profundísimo conocimiento de Dios, escuchaban su voz, le temían y lo respetaban, también le presentaban sus peticiones y oraciones. En este deseo de conocer a Dios y poseerle, debemos de tener la actitud de Juan Bautista (Juan 3:30), Él debe aumentar, pero yo debo disminuir. O en las palabras de San Pablo, no soy yo quien vive sino Cristo quien vive en mí (Gálatas 2.20)
Pero Dios no es solamente para los santos. Mucha gente nunca alcanza a conocer a Dios bien porque lo sitúan más allá si mismos. Se olvidan de que Él nos hizo templos de su Espíritu Santo (1 Corintios 3:16). Se olvidan de que Jesús vino a enseñarnos a que nos volviéramos como Él que es Dios. Su deseo es que vivamos en Él para que Él pueda vivir en nosotros y podamos estar unidos  (Juan 15:4-6). Él nos ha enseñado que Él es el camino al Padre; ha confirmado que es la Verdad y nos ha enseñando que es nuestra Vida (Juan 14:6).
El conocimiento de las Sagradas Escrituras es conocimiento de Dios. El conocimiento de Jesús es conocimiento de Dios.
Los cielos se abrieron y la voz del Padre Celestial se escuchó diciendo: Este es mi Hijo, mi amado, en quien estoy bien complacido, escúchenle a Él (Mateo 17:5).
Al escucharle a Jesús y seguir sus enseñanzas nosotros empezamos una hermosa relación con Dios; lo conocemos en la forma que quiere que lo conozcamos, a través de Su amadísimo Hijo.
Antes de su muerte en la cruz por el perdón de nuestros pecados, Jesús prometió que no nos dejaría huérfanos. Nos ha dejado a su madre para ser Nuestra Madre Celestial y nos ha enviado el Espíritu Santo para que sea nuestro ayudante y maestro.
Cuando conocemos a Dios y establecemos una relación sólida, entonces podemos confiar en Él y fácilmente pedir lo que necesitamos con la seguridad de que responderá nuestras oraciones.

Autor: José de Jesús y María ©

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