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El Mensaje del Padre

2o Fascículo parte B

Si algo deseo, sobre todo en el momento actual, es simplemente un mayor fervor de parte de los justos, una gran facilidad en la conversion de los pecadores, una conversion sincera y perseverante, el regreso de los hijos pródigos a la casa paterna, en particular el regreso de los judios y de todos los otros, que son también mis criaturas y mis hijos, como los cismáticos, los heréticos, los masones, los Pobres infieles, los sacrílegos y las diversas sectas secretas; que todo el mundo sepa que hay un Dios y un Creador, que lo quieran o no. Este Dios, que hablará repetidamente a su ignorancia, es desconocido; no saben que yo soy el Padre de ellos.

Creédme, vosotros que escucháis leyendo estas palabras: si todos los hombres que están lejos de nuestra Iglesia Católica oyeran hablar de este Padre que los ama, que es su Creador y su Dios, de este Padre que desea darles la vida eterna, gran parte de los hombres, aun los más obstinados, vendrían a este Padre del que habréis hablado.

Si no podéis ir directamente a hablar con ellos, buscad los medios: hay miles maneras directas é indirectas, ponedlas en acto con un verdadero espíritu de discipulos y con gran fervor; os prometo que vuestros esfuerzos serán, por una gracia, pronto coronados con grandes éxitos. Volvéos apóstoles de mi bondad paterna, y por el celo que yo daré a todos vosotros seréis fuertes y potentes con las almas.

Estaré siempre junto a vosotros y en vosotros: si son dos los que hablan yo estaré entre los dos; si sóis más numerosos yo estaré en medio de vosotros; asi diréis lo que yo os inspiraré y daré a vuestros oyentes las disposiciones deseadas; de este modo los hombres serán conquistados por el amor y salvados para toda la etemidad.

En cuanto a los medios para glorificarme como yo deseo no os pido otra cosa que una gran confiánza. No creáis que me espero de vosotros austeridad y mortificaciones, que deséo haceros caminar descalzos o que tengáis que postrar el rostro en el polvo, o que deséo que os cubráis de cenizas, etc... !No, no! !quiero y me agrada que tengáis conmigo una actitud de hijos, con la simplicidad y la confiánza en mí!

Con vosotros me volveré todo para todos como el Padre más tiemo y amoroso. Familiarizaré con todos vosotros, donándome a todos, volviéndome pequeño para hacer que seáis grandes en la eternidad.

La mayor parte de los incrédulos, de los impíos y de las diversas comunidades, se quedan en su maldad y en su incredulidad porque creen que yo les pido lo imposíble; créen que tienen que someterse a mis órdenes como los esclavos bajo un patrón tirano, que se queda envuelto en su potencia y se queda, en su orgullo, distante de sus súbditos, para obligarlos al respeto y a la devoción. !No, no, hijos míos! Yo sé volverme pequeño mil veces más de lo que vosotros suponéis.

Sin embargo, lo que yo exijo es el cumplimiento fiel de los mandamientos que he dado a mi Iglesia, para que seáis criaturas razonables y no seáis semejantes a los animales con vuestra indisciplina y vuestras malas tendencias, y para que al final podáis conservar este tesoro que es vuestra alma !que os he donado con la plena belleza divina con la que os he revestido!

Después haced - como yo deseo - lo que ya os he indicado para glorificarme con un culto especial. Que esto os haga comprender mi voluntad de daros mucho y de haceros participar ampliamente a mi potencia y a mi gloria, únicamente para que seáis felices y para salvaros, para manifestar a vosotros mi único deseo de amaros y de ser, en cambio, amado por vosotros.

Si me amaréis con un amor filial y confiado tendréis también un respeto lleno de amor y de sumisión para mi Iglesia y para mis representantes. No un respeto como el que tenéis ahora y que os mantiene lejos de mi porque tenéis miedo de mí; este falso respeto que tenéis ahora es una injusticia que le hacéis a la Justicia, es una herida a la parte más sensible de mi corazón, es un olvido, un desprecio a mi amor paterno por vosotros.

Lo que, de mi pueblo de Israel, más me ha afligido, y que todavía me aflije de toda la actual humanidad, es este respeto por mí mal concebido. El enemigo de los hombres se ha servido efectivamente de esto para hacerlos caer en la idolatría y en los cismas. Para alejaros de la verdad, de mi Iglesia y de mí se servirá todavía de esto y lo usará siempre contra vosotros. Ah, no os dejéis arrastrar más por el enemigo, créed en la verdad que se está revelando a vosotros, y caminad en la luz de la verdad.

También vosotros que no conocéis otra religión que esa con la cuál habéis nacido, una religión no verdadera, abrid los ojos: aqui está vuestro Padre, aquél que os ha creado y que quiere salvaros. Vengo hasta vosotros para traeros la verdad, y con ella la salvación. Veo que me ignoráis y que no sabéis que de vosotros deseo sólo que me conozcáis como Padre y creador, y también como salvador. Es por ignorancia que no podéis amarme; sabed, por tanto, que no estoy tan lejos como creéis.

Cómo podría dejaros solos después de haberos creado y adoptado con mi amor? Os sigo por todas partes, os protejo en todo para que todo sea una constatación de mi gran liberalidad hacia vosotros, a pesar de que habéis olvidado a menudo mi infinita bondad, olvidos que os hacen decir: "Es la naturaleza la que nos da todo, la que nos hace vivir y nos hace morir". !este es el tiempo de gracia y de luz! !por tanto, reconoced que yo soy el único verdadero Dios!

Para poder daros la verdadera felicidad en esta vida y en la otra quiero que hagáis lo que os propongo en esta luz. El tiempo es propicio, no dejéis huir al amor que se ofrece a vuestro corazón en modo tan tangible.

A todos os pido escuchar la Santa Misa según la litúrgia: !esto me agrada mucho! Después, con el tiempo, os enseñaré otras pequenas oraciones, !pero no quiero sobrecargaros! Lo esencial será glorificarme como he dicho, estableciendo una fiesta en mi honor y sirviéndome con la simplicidad de los verdaderos hijos de vuestro Dios, Padre, creador y salvador del género humano.

He aquí otro testimonio de mi amor paterno por los hombres: hijos míos, no os hablaré de toda la grandeza de mi amor infinito porque basta abrir los libros santos, mirar el Crucifijo, el Tabernáculo y el Santísimo Sacramento para que podáis comprender !hasta que punto os he amado!

Sin embargo, para haceros conocer hasta que punto necesitáis satisfacer mi voluntad en vosotros, y para que yo sea más conocido y más amado ya, quiero, antes de terminar estas pocas palabras, que no son otra cosa que la base de mi obra de amor entre los hombres, indicaros algunas de las !innumerables pruehas de mi amor por vosotros!

Mientras que el hombre no se encuentre en la verdad, no podrá probar ni siquiera la verdadera libertad: creéis que estáis en la alegría, en la paz, vosotros, mis hijos, que estáis afuera de la verdadera ley para cuya obediencia os he creado, pero en el fondo de vuestro corazón sentís que !en vosotros no hay ni la verdadera paz, ni la verdadera alegría, y que no estáis en la verdadera libertad de quién os ha creado y que es vuestro Dios, vuestro Padre!

Pero a vosotros que estáis en la ley, o mejor dicho, que habéis prometido seguir esta ley que os he dado para asegurar vuestra salvación, habéis sido conducidos hacia el mal por el vicio. Os habéis alejado con vuestra conducta malvada. Creéis que sóis felices? No. Sentís que vuestro corazón no está tranquilo. Quizás pensáis que buscando el placer y las otras alegrías humanas vuestro corazón se sentirá al final satisfecho? No. Dejad que os diga !que no os encontraréis nunca en la verdadera libertad, ni en la verdadera felicidad mientras que no me reconozcáis como Padre, y mientras que no os sometáis a mi yugo, para ser verdaderos hijos de Dios, vuestro Padre! Por qué? Porque os he creado con un solo fin que es el de conocerme, amarme y servirme, !así como el niño simple y confiado sirve a su Padre!

Un tiempo, en el Antiguo Testamento, los hombres se comportaban como animales, no conservaban ninguna señal que indicara en ellos su dignidad de hijos de Dios, su Padre. Y asi, para hacerles saber que quería elevarlos a la gran dignidad de hijos de Dios tuve que demostrar una severidad a veces espantosa. Más tarde, cuando vi que algunos eran bastante razonables y que podían entender finalmente que había que establecer algunas diferencias entre ellos y los animales, comencé entonces a colmarlos de beneficios y a concederles la victoria sobre los que todavia no reconocían y conservaban la dignidad de ellos. Y como el número de ellos aumentaba les mandé a mi Hijo, adornado con todas las perfecciones divinas, dado que era el Hijo de un Dios perfecto. Fue él el que les trazó el camino de la perfección, por él os he adoptado, con mi amor infinito, como verdaderos hijos, y después no os he llamado más con el simple nombre de criaturas sino con el nombre de "hijos".

Os he revestido con el verdadero espíritu de la nueva ley, que os distingue, no sólo de los animales como a los hombres de la antigua ley, sino que os eleva por encima de aquellos hombres del Antiguo Testamento. A todos os he elevado a la dignidad de hijos de Dios, sí, vosotros sóis mis hijos y tenéis que decirme que soy vuestro Padre; pero tened confiánza en mi como hijos porque sin esta confiánza no obtendréis nunca la verdadera libertad.

Os digo todo esto para que reconozcáis que he venido para esta obra de amor, para ayudaros potentemente a sacudir la tiránica servidumbre que aprisiona vuestra alma y para haceros saborear la verdadera libertad, de la cuál proviene la verdadera felicidad, que en comparación con ella todas las alegrías de la tierra no son nada. Eleváos todos hacia esta dignidad de hijos de Dios y respetad vuestra grandeza, y yo seré más que nunca vuestro Padre, el más amable y el más misericordioso. He venido para traer la paz con esta obra de amor, si alguien me glorifica y se confía en mi, haré descender sobre él un rayo de paz en todas sus adversidades, en todas sus turbaciones, en sus sufrimientos y en sus aflicciones, de cualquier tipo, sobre todo si me invoca y me ama como su Padre. Si las familias me glorifican y me aman como su Padre, yo les daré mi paz y con ella mi providencia. Si los trabajadores, los industriales y los diversos otros artesanos me invocan y me glorifican, yo daré mi paz, me mostraré como Padre amorosísimo y con mi potencia aseguraré la salvación eterna de las almas.

Si toda la humanidad me invoca y me glorifica haré descender sobre ella el espiritu de paz, como un rocio bienhechor.

Si todas las naciones, como tales, me invocan y me glorifican, no tendran más nunca discordias ni guerras, porque yo soy el Dios de la paz y allá en donde yo estoy no habrá guerra.

Queréis obtener la victoria sobre vuestro enemigo? Invocadme y triunfaréis victoriosamente sobre el mismo.

En fin, vosotros sabéis que con mi potencia todo lo puedo. Bien, esta potencia se la ofrezco a todos para que os sirva en el tiempo y en la etemidad. Me mostraré siempre como Padre vuestro, siempre que vosotros os mostréis como hijos mios.

Qué deseo con esta obra de amor? Encontrar corazones que puedan entenderme.

Yo soy la santidad, de la cual poseo la perfección y la plenitud, y os dono esta santidad - de la cual soy el autor - a través de mi Espíritu Santo, y la instauro en vuestras almas con los méritos de mi Hijo.

Es por mi Hijo y por el Espíritu Santo que yo vengo hacia vosotros y en vosotros, y en vosotros busco mi reposo.

Para algunas almas estas palabras: "Vengo en vosotros", les parecerán un misterio, pero !no hay ningún misterio! porque después de que le ordené a mi Hijo de instituir la santa Eucaristia !me propuse de venir entre vosotros cada vez que recibís la santa Hostia! Claro que nada me impedía de venir también hacia vosotros antes de la Eucaristía !porque nada me es imposible! pero recibir este sacramento es una acción fácil de entender y que os explica !cómo es que yo vengo en vosotros!

Cuando estoy en vosotros os doy con mayor comodidad lo que poseo, siempre y cuando me lo pidáis. Con este sacramento os unís conmigo íntimamente, y es en esta intimidad que la efusión de mi amor riega en vuestras almas la santidad que poseo.

Os inundo con mi amor, y entonces no tenéis que hacer otra cosa que pedirme las virtudes y la perfección que necesitáis, y podéis estar seguros de que, en esos momentos de reposo de Dios en el corazón de su criatura, nada os será negado.

Desde el momento en que habéis comprendido cuál es el lugar de mi reposo, no quisiérais dármelo? Soy vuestro Padre y vuestro Dios, osaréis negarme esto? Ah, no me hagáis sufrir con vuestra crueldad con un Padre que os pide sólo esta gracia para él. Antes de terminar este mensaje quiero expresar un deseo a un cierto número de almas consagradas a mi servicio. Estas almas sóis vosotros, sacerdotes, religiosos y religiosas. Estáis a mi servicio, ya sea en la contemplación, ya sea en las obras de caridad y de apostolado.

De parte mía es un privilegio de mi bondad, de parte vuestra es la fidelidad a la vocación con vuestra buena voluntad. He aqui mi deseo: vosotros que comprendéis más fácilmente lo que me espero de la humanidad, rezadme para que yo pueda hacer la obra de mi amor en todas las aimas. !vosotros conocéis todas las dificultades que hay que vencer para conquistar las almas! Bien, he aquí el medio eficaz con el cual ganar para mí con facilidad una gran multitud de almas: precisamente este medio es el hacerme conocer, amar y glorificar por los hombres.

Antes que nada deseo que seáis vosotros los primeros en comenzar. !Qué alegría para mi entrar antes que todo en las casas de los sacerdotes, los religiosos y las religiosas!

!Qué alegría encontrarme, como Padre, entre los hijos de mi amor! !Con vosotros, mis íntimos, conversaré como amigos! !seré para vosotros el más discreto de los confidantes! !Seré vuestro todo, que os bastará para todo! Seré sobre todo el Padre que acoge vuestros deseos, colmándoos con su amor, con sus beneficios, con su ternura universal.

!No me neguéis esta dicha que quiero gozar entre vosotros! Os la devolveré cien veces más y, porque vosotros me glorificáis, !también os honraré preparándoos una gran gloria en mi reino!

Yo soy la luz de las luces: allá en donde esa penetrará habrá vida, pan y felicidad. Esta luz iluminará al peregrino, al escéptico, al ignorante y os iluminará a todos, oh hombres que vivís en este mundo lleno de tinieblas y de vicios; !si no tuviérais mi luz caeríais en el abismo de la muerte eterna!

En fin, esta luz iluminará las calles que conducen a la verdadera Iglesia cató1ica, a sus pobres hijos que todavía son victimas de las supersticiones. Me mostraré como Padre de los que más sufren en la tierra, los pobres leprosos.

Me mostraré como el Padre de todos aquellos hombres que están abandonados, excluidos de cualquier sociedad humana. Me mostraré como Padre de los afligidos, Padre de los enfermos, sobre todo de los agonizantes. Me mostraré como el Padre de todas las familias, de los huérfanos, de las viudas, de los prisioneros, de los obreros y de la juventud. Me mostraré como Padre en todas las necesidades. En fin, me mostraré como el Padre de los reyes y de sus naciones. !Y todos sentiréis mis bondades, todos vosotros sentiréis mi proteeción y todos vosotros veréis mi potencia!

"!Mi paterna y divina bendición para todos, Amén!

!Particularmente para mi hijo y representante, Amén!

!Particularmente para mi hijo el Obispo, Amén!

!Particularmente para mi hijo tu padre espiritual, Amén!

!Particularmente para mis hijas, tus madres, Amén!

!Para toda la congregación de mi amor, Amén!

!Para toda la Iglesia y para todo el clero, Amén!

!Bendición muy especial para la Iglesia del Purgatorio, Amén!

!Amén!".


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