Día noveno Diciembre 24
Consideración
La noche ha cerrado del todo en las campiñas de Belén. Desechados por los hombres y viéndose sin
abrigo, María y José han salido de la inhospitalaria población, y se han refugiado en una gruta que se encontraba al pie de una
colina. Seguía a la Reina de los Ángeles el jumento que le había servido de cabalgadura durante el viaje y en aquella cueva hallaron un manso
buey, dejado ahí probablemente por alguno de los caminantes que había ido a buscar hospedaje en la
ciudad. El Divino Niño, desconocido por sus criaturas racionales, va a tener que acudir a los irracionales para que calienten con su tibio aliento la atmósfera helada de esa noche de invierno y le manifiesten con su humilde
actitud, el respeto y la adoración que le había negado Belén.
La rojiza linterna que José tiene en la mano ilumina tenuemente ese pobrísimo
recinto, ese pesebre lleno de paja, que es figura profética de las maravillas del altar y de la íntima y prodigiosa unión eucarística que Jesús ha de contraer con los hombres. María está en adoración en medio de la
gruta, y así van pasando Pero ha llegado la media noche y de repente, vemos dentro de ese pesebre poco antes
vacío, al Dios Niño esperado, vaticinado, deseado durante cuatro mil años con tan inefables
anhelos.
A sus pies se postra su Santísima Madre, en los transportes de una adoración de la cual nada puede dar idea. José también se le acerca y le rinde el homenaje con que inaugura su misterioso e imponderable oficio de padre adoptivo del Redentor de los hombres.
La multitud de ángeles que desciende del cielo a contemplar esa maravilla sin par, deja estallar su júbilo y hace vibrar en los aires las alegrías de ese GLORIA IN
EXCELSIS, que es el eco de la adoración que se produce en torno al trono del Altísimo y se hace perceptible por un instante a los oídos de la pobre
tierra. Convocados por ellos vienen en tropel los pastores de la comarca a adorar al
"recién nacido" y a presentarle sus humildes ofrendas.
Ya brilla en Oriente la misteriosa estrella de Jacob; y ya se pone en marcha hacia Belén la caravana espléndida de los Reyes
Magos, que dentro de pocos días vendrán a depositar a los pies del Divino Niño el
oro, el incienso y la mirra, que son símbolos de la caridad, de la oración y de la
mortificación.
¡Oh adorable Niño! Nosotros también, los que hemos hecho esta novena para prepararnos al día de vuestra
Navidad, queremos ofreceros nuestra pobre adoración; no la rechacéis; venid a nuestras
almas, venid a nuestros corazones llenos de amor. Encended en ellos la devoción a vuestra Santa
Infancia, no intermitente y sólo circunscrita al tiempo de vuestra Navidad, sino siempre y en todos los
tiempos; devoción que fiel y celosamente propagada nos conduzca a la vida
eterna, librándonos del pecado y sembrando en nosotros todas las virtudes
cristianas.
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