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Reflexiones espirituales
José Belmore Arias

Realidad de la existencia del demonioRealidad de la existencia del demonio

Realidad de la existencia del demonio

Realidad de la existencia del demonio

Dios nos ha puesto en este mundo en compañía del enemigo para probar nuestra fidelidad a su voluntad."

Gen 3:1-13 La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahvé Dios había hecho. Y dijo a la mujer: "¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?"

Gen 3:2 Respondió la mujer a la serpiente: "Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Gen 3:3 Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte."

Gen 3:4 Replicó la serpiente a la mujer: "De ninguna manera moriréis.

Gen 3:5 Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal."

Gen 3:6 Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió.

Gen 3:7 Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y, cosiendo hojas de higuera, se hicieron unos ceñidores.

Gen 3:8 Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahvé Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahvé Dios por entre los árboles del jardín.

Gen 3:9 Yahvé Dios llamó al hombre y le dijo: "¿Dónde estás?"

Gen 3:10 Éste contestó: "Te he oído andar por el jardín y he tenido miedo, porque estoy desnudo; por eso me he escondido."

Gen 3:11 Él replicó: "¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?"

Gen 3:12 Dijo el hombre: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí."

Gen 3:13 Dijo, pues, Yahvé Dios a la mujer: "¿Por qué lo has hecho?" Contestó la mujer: "La serpiente me sedujo, y comí."

Es evidente que la envidia y el odio del demonio se manifestó desde el Paraíso para vengarse de Dios a quien no podía tocar, pero si podía tratar de destruir a su creación.

Y eso lo consiguió parcialmente. Pues el hombre por causa del pecado perdió su inmortalidad y quedó con su ofensa en un estado indefinido ante Dios. Pues antes de la muerte de Cristo todos morían y entraban al limbo, lugar de espera porque las puertas del Cielo estaban cerradas.

Pero Cristo es nuestra victoria contra la muerte y contra Satanás y nos ha dado la vida de nuevo y también nos ha abierto el camino al Cielo.

Todo bien. Pero el enemigo aún está con nosotros, es él que nos pervierte con la tentación y nos ayuda a caer en el pecado.

Convenientemente para él, es invisible y para muchos es apenas como un mito, lo cual le sirve aun más para poder hacer el trabajo de la destrucción del alma.

El demonio es real. Cristo Jesús tuvo su confrontación personal con él en el desierto. Esas tentaciones que le hizo a Jesús son las mismas con las que nos lleva al pecado. Miremos con los ojos del espíritu.

Tentaciones de la carne

Mat 4:1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.

Mat 4:2 Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre.

Mat 4:3 Y acercándose el tentador, le dijo: "Si eres el Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes."

Mat 4:4 Mas él le respondió: "Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios."

El demonio nos tienta con las necesidades físicas porque sabe que mientras más comemos, más lejos del espíritu nos encontramos, por eso es bueno ayunar y ser moderado con la comida. Nos tienta con el hambre que sienten los sentidos en cuanto a la sensualidad, el placer, el deseo de divertirnos, la televisión, la bulla, la distracción, etc.

Solo venceremos esas tentaciones si nos abstenemos de ellas.

Tentaciones del orgullo, el primer pecado
Mat 4:5 Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo,

Mat 4:6 y le dice: "Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en alguna piedra."

Mat 4:7 Jesús le dijo: "También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios."
Esta tentación se refiere al poder, pues el orgullo nos invita a pecar, a serle infieles a Dios, a buscar donde no debemos, a esperar las cosas fuera de la voluntad divina, en otras palabras a tentar a Dios.

Solo podremos vencer el orgullo a través de la humildad, siendo siempre pequeños ante Dios.

Tentaciones del mundo

Mat 4:8 De nuevo le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria,

Mat 4:9 y le dice: "Todo esto te daré si postrándote me adoras."

Mat 4:10 Dícele entonces Jesús: "Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto."

Mat 4:11 Entonces el diablo le deja (hasta el tiempo propicio). Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían.

Esta tentación se refiere a la ambición, a no estar nunca contentos con lo que tenemos. Aquel que busca el dinero está buscando adorar el demonio, pues cuando se enriquece empieza una carrera de ambición sin fin. Para enriquecerse, debe estudiar, debe de sufrir, muchas veces hacer malos negocios, y así pasa la vida como esclavo de su ambición.

Jesús siendo el más rico de los hombres por ser Dios-hombre, escogió la pobreza como virtud que le acompañó hasta el fin.

Solo podemos vencer esta tentación si nos conformamos con lo que Dios nos da, pues él nos llama a buscar su reino primero, todo lo demás nos promete por añadidura.

Si negamos el demonio, entonces llamaremos a lo bueno malo, a lo malo bueno, aceptamos el pecado, no hay juicio, no hay infierno, y así perdemos el alma.

El pecado nos lleva complacer el demonio y a ofender a Dios gravemente, lo cual nos pervierte y nos consigue el infierno, y nos hace perder el Cielo.

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