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Reflexiones espirituales
José Belmore Arias

Oración perfecta – perfeccionemos nuestra oraciónOración perfecta – perfeccionemos nuestra oración

Oración perfecta – perfeccionemos nuestra oración

Oración perfecta – perfeccionemos nuestra oración

La única manera de hablarle a Dios es través de la oración, pues podríamos perder el tiempo si no oramos o si no lo hacemos bien.

Orar es tener un momento de recogimiento exclusivo para Dios, en el cual podemos hacer una oración aprendida o también podemos hablar desde lo más profundo de nuestro corazón y expresarle a Dios lo que sentimos.

El objetivo de la oración no es solo pedir.

Existen varios tipos de oración que son agradables a Dios, debemos hacer oraciones de alabanza, agradecimiento, adoración, intercesión y reparación.
La mayoría de las oraciones que hacemos están encaminadas a conseguir algo de Dios, y ahí es donde fallamos, pues a Dios debemos de amarle por lo que Él es y no por lo que nosotros podamos conseguir de él.

La oración debe ser el diálogo del hombre con Dios, no un camino de una sola vía, yo le hablo, yo le pido, yo me quejo, yo quiero, yo le doy instrucciones a Dios y el me tiene que responder. No, así no es.

En ese tipo de oración sale todo lo que hay en nuestras mentes, se forma una relación egoísta con Dios en la cual yo vengo a orar para ver que puedo conseguir de Dios. Esto no es la verdadera oración.

La oración debe ir unida al amor, el Señor nos pide en el primer mandamiento amarle con todo nuestro corazón, mente, alma, espíritu, fortaleza y todo nuestro ser.

El Señor dice en Isaías veintinueve, versículo trece (Isaías 29:13) Por cuanto ese pueblo se me acerca solo de palabra, y me ha honrado con sus labios, mientras que su corazón está lejos de mí, y el temor que me tiene son preceptos enseñados por hombres.

Nos acercamos a Dios solo de palabra, pedimos pero no damos, buscamos pero solo lo que nos interesa, no buscamos verdaderamente a Dios. Miramos a Dios como nuestro benefactor, y queremos exprimirlo. Recordemos como Jesús después de la multiplicación de los panes huyó de la gente, cuando lo encontraron les dijo: En verdad, en verdad os digo, vosotros me buscáis, no porque habéis visto los milagros, sino porque habéis comido los panes y os habéis saciado. (Lucas 17:17) También se indignó el Señor después de haber curado diez leprosos y ver que tan
solo uno vino a darle gracias.

El Señor no quiere que le busquemos solo para lucrarnos de él, entonces ¿Qué es lo que quiere el Señor?

Nos dice en Mateo seis, versículo treinta y tress (Mateo 6:33) Buscad, pues, primero el reino de los cielos y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura.

en el Salmo ciento treinta y nueve, versículos del uno al dos (Salmo 139:1-2) ¡Oh Yahvé! tú me has examinado y me conoces, tú conoces cuándo me siento y cuándo me levanto, y de lejos entiendes mi pensamiento.

Nos dice en Mateo seis versículo veinticinco (Mateo 6:25) Por esto os digo: No os inquietéis por vuestra vida, sobre qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, sobre qué os vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?
Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?
¿Quién de vosotros con sus preocupaciones puede añadir a su vida un solo codo?
(Mat 6:28-32) Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Mirad a los lirios del campo cómo crecen: no se fatigan ni hilan.

Yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos.

Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana es arrojada al fuego, Dios así la viste, ¿no hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe?

No os preocupéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, qué beberemos o qué vestiremos?

Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad."

En la oración no podemos recitar nuestras palabras como un loro, a veces hasta pensamos en otras cosas cuando estamos rezando, esto es ofender a Dios. De ahí el propósito de meditar y vivir cada palabra que le digamos al Señor.

El Padre Nuestro, combinado con el Ave María y el Gloria se convierten en la oración más importante que tenemos, el Santo Rosario. Por eso es tan importante que aprendamos a orar desde lo más profundo del corazón.

El Santo Rosario tiene el poder de aplastar la cabeza de Satanás, es la cadena con la cual Satanás será amarrado eternamente. Cuando oramos el Santo Rosario nos convertimos en los pies poderosos de la Virgen María que le aplastan la cabeza a Satanás.

No es posible meditar el Padre Nuestro, Ave María y Gloria durante el rosario, pero si debemos vivir estas oraciones y podemos meditarlas por aparte para tener un sentido más profundo de lo que realmente queremos decir cuando oramos.

Los apóstoles querían aprender a rezar, el Señor les reveló la Oración del Padre Nuestro, porque en esta oración encontramos todo lo que tenemos que decirle a Dios.

Meditemos el Padre Nuestro, sintamos la realidad de ese encuentro y vivamos la oración como si estuviéramos físicamente en presencia de Dios. En condiciones normales no podemos rezar con tanta profundidad, pero cuando lo hacemos siquiera una vez al día, esta meditación nos produce un gran acercamiento al Señor.

Padre nuestro, padre santo, padre bueno, papito Dios. Aquí estoy, soy tu hijo pródigo, he pecado contra el cielo y contra ti, no merezco ser tu hijo. Por eso vengo ante ti con un corazón humillado y contrito. Recíbeme con tu abrazo paternal, cobíjame con tu amor infinito.

Vengo ante ti para recibir tu luz, tu consejo, tu gracia, tu bendición y tu permiso para que pueda hacer todo en tu santa voluntad.

Tú que estás en el Cielo, yo elevo mi espíritu para estar en tu presencia y para adorarte en Espíritu y en verdad. Tú estás rodeado de luz inaccesible, majestad incomprensible y gloria infinita y eterna.

Santificado sea Tu nombre; vengo a adorarte con la Virgen María, los ángeles y los santos. Santo, Santo, Santo es el Nombre del Señor, Dios Todo Poderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Dios Omnipotente, Omnipresente y Omniciente. Llenos están el cielo y la tierra de tu Gloria, Hosanna en las alturas. Bendito el que viene en el Nombre del Señor, Hosanna en las alturas.

Santo eres, Santo eres, Santo eres, Santo Nombre de Jesús, Santo de los santos, Nombre de los nombres, Dios de dioses, Luz de luces, Espíritu de los espíritus, Voluntad de las voluntades, Poder de poderes, Rey de reyes, Señor de señores, Amor de los amores, Fuego de los fuegos, Tesoro de los tesoros, Yahvé Sabaot, Yo soy quien Yo soy, Jesús. Llenos están el Cielo y la tierra de tu Gloria, Hosanna en las alturas, bendito el que viene en el Nombre del Señor, Hosanna en las alturas.

Venga a nosotros Tu Reino; brilla Señor tu luz en nuestras almas y reina en nuestra vida. Que pueda la Paz, el Amor y el Gozo reinar en nuestros corazones, que pueda Tu Reino de santidad, justicia, verdad e integridad reinar sobre la tierra. Reina Dios Padre y llénanos de tu divina voluntad y todos tus atributos. Reina Señor Jesús y llénanos de tu Santa Palabra, de tu Divina Misericordia, de tu Sabiduría Eterna y de todos tus atributos divinos. Reina Dios Espíritu Santo, llénanos del amor del Padre y de todos tus atributos divinos. Reina tú también madre santísima, trono de la Santísima Trinidad en nuestras vidas.

Hágase Tu Voluntad, así en la tierra como en el cielo. Que nos volvamos tus esclavos de Amor y aceptemos Tu voluntad porque es perfecta. Que no sea mi voluntad Señor, sino la tuya. Que se haga tu voluntad en todos nosotros así como en Jesús y María.

Dános hoy nuestro pan de cada día; Padre Generoso, concédenos nuestro pan físico y espiritual diariamente. Alimenta nuestros cuerpos, danos la salud, alimenta nuestras almas con el pan de la vida. Dale a los pobres, a los necesitados, a las víctimas de la guerra, del hambre, la injusticias, las calamidades y de todos los desastres naturales. Dale Señor a los que te piden, a los que sufren, a los que necesitan, danos el pan de la vida, Jesús Eucaristía, y danos buenos sacerdotes.
Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; Nos arrepentimos de nuestros pecados y pedimos tu perdón; en tu santo nombre le perdonamos a aquellos que nos han ofendido. Limpia nuestros corazones Señor de todo resentimiento.

Aquí en la cruz con Jesús crucificado pido por todos mis hermanos haciendo mías las palabras de Jesús: “Padre perdónales, porque no saben lo que hacen.”
No nos dejes caer en tentación, Señor, danos la gracia de permanecer en tus manos, cúbrenos con tu preciosa sangre, cúbrenos madre santísima con tu manto y con tu luz.

Y líbranos del mal Señor. Reconocemos que somos tan débiles, por favor protégenos de toda maldad, protégenos del enemigo que quiere nuestra perdición, no nos dejes caer en sus manos.

Amén. Así sea, que no sea nuestra voluntad sino la tuya, Señor, encárgate de todo.
Ahora meditemos ahora el Ave María. La primera parte del Avemaría es dicha por el Espíritu de Dios, a través del Arcángel San Gabriel, y por Isabel la prima de La Virgen María que se llenó del Espíritu Santo y reveló lo que había en su corazón.

Esta oración es de un valor altísimo ante Dios, en ella encontramos el placer de Dios el Padre que en su Divina Voluntad ha enviado su Palabra, su Hijo al mundo.
Aquí encontramos como la Palabra de Dios se encarna en el vientre purísimo de María, el Espíritu Santo toma carne y sangre de la Santísima Virgen María, y así la palabra se vuelve como uno de nosotros. Aquí también vemos como el Espíritu Santo cubre con su sombra la Santísima Virgen María, haciéndola su esposa y concibiendo en su vientre por Gracia Divina el Hijo de Dios. Verdadero Dios y verdadero hombre, Palabra de Dios encarnada.

En la primera parte del Ave María podemos meditar en todos los misterios del Rosario el gozo, el sufrimiento y la Gloria de Dios y de la Virgen María. (Dios te salve María, llena de Gozo, de Sufrimiento, de Gloria o de Luz.)

Dios te salve María, Dios el Padre te anuncia a través del ángel, “Ave María, llena eres de gracia, El Señor es contigo”, encárgate de todo. El Padre glorifica tu Santo Nombre, y te dice Ave María hija mía.

Llena eres de Gracia, eres llena del favor de Dios, no solo para ti sino para toda la humanidad. Estás llena de Dios, el Señor ha hecho grandes cosas en ti, Santo es su nombre. Dios te ha hecho madre suya y madre nuestra, te ha elevado a su trono de gloria, te ha hecho reina de los cielos y de toda la creación, te ha vestido de luz, majestad y gloria, te ha llenado de poder, sabiduría, amor, gracia y todos sus atributos divinos.

El Señor es contigo. Dios el todopoderoso, el invisible ya está contigo y siempre lo estará, Dios ha venido a hacer su morada en tu Inmaculado Corazón. Eres el trono de la Santísima Trinidad.

Bendita tú eres entre todas las mujeres. Esta es la voz del hijo que vive en tu vientre, que glorifica a su madre amadísima, le dice María madre mía. Eva pudo ser bendita entre todas las mujeres, pero ella pecó, ahora tú María por boca del altísimo has sido llamada bendita sobre toda la raza humana, el Espíritu Santo llenó a su prima Isabel y a través de ella dio su testimonio.

Bendito es el fruto de tu vientre, no fue carne y sangre que reveló esto a Isabel, fue el Espíritu Santo que la inspiró a profetizar en alabanza a la Virgen María, Dios se regocija en su amadísima esposa y glorifica su Santo Nombre, le dice bendito es el fruto de tu vientre, María esposa mía. Tú eres la nueva Eva, madre de Cristo y Madre de su cuerpo místico, los hijos de la Iglesia.

La iglesia añadió la palabra Jesús al final del Avemaría.

El fruto del vientre de María es Jesús, en Jesús todos somos engendrados como hijos adoptivos para volvernos hijos de Dios a través de nuestra profesión cristiana. En María todos somos hijos de la Gracia, ya que somos concebidos en su vientre inmaculado y en su Inmaculado Corazón como Hijos de Dios.

La segunda parte del Ave María, fue compuesta por la Iglesia a través de nuestra devoción a nuestra madrecita santa, y por eso le decimos:

Santa María, madre de Dios, madre de la Gracia, madre de la Santidad.
Ruega por nosotros pecadores, ruega por nosotros tus hijos que vivimos en este valle de lágrimas.

Ahora y en la hora de nuestra muerte. Te pedimos que nos auxilies en todo momento, pero especialmente a la hora de la muerte cuando el demonio viene a acusarnos y reclamarnos para su reino. Ruega por nosotros como abogada durante nuestro juicio particular. Amén.

Y ahora meditemos el Gloria.
Esta oración debería decirse muy despacio por el contenido teológico riquísimo que en ella encontramos. Al meditarla podemos hacer un acto muy grande de adoración.

Gloria a Dios el Padre, Gloria a ti Padre Santo, padre bueno, padre amado, papito Dios. Señor, yo vengo a adorarte. Brilla tu luz intensa sobre mi alma, lléname de tu Espíritu Santo, reina en mi vida y lléname de tu divina voluntad y de todos tus atributos divinos. Te adoro con todo mi corazón, con toda mi mente, mi alma, mi espíritu y con todo mi ser. Te amo, te bendigo, te alabo, te adoro, te exalto, te magnifico, te glorifico y te doy gracias.

Te ofrezco el amor infinito y eterno de Dios tu Hijo y de Dios el Espíritu Santo que contigo son un solo Dios.

Te ofrezco el amor infinito y eterno de la Santísima Virgen María tu amadísima hija, el amor de todos tus hijos, el amor de los ángeles y los santos, y el amor de toda la creación. Te adoro mi Señor Dios Padre, con el amor de todo mi ser.

Gloria a Dios el Hijo. Gloria a ti mi Señor, mi Dios, mi Rey, y mi Salvador. Te adoro mi Señor, brilla tu luz intensa sobre mi alma, reina en mi vida y lléname de tu Santa Palabra, de tu Divina Misericordia, de tu Sabiduría Eterna y de todos tus atributos. Te adoro con todo mi corazón, mi mente, mi alma, mi espíritu y todo mi ser. Te amo, te bendigo, te alabo, te adoro, te exalto, te magnifico, te glorifico y te doy gracias.

Te ofrezco el amor infinito y eterno de Dios tu Padre y de Dios el Espíritu Santo que contigo son un solo Dios.

Te ofrezco el amor infinito y eterno de la Santísima Virgen María tu amadísima madre, el amor de todos tus hijos los redimidos, el amor de los ángeles y los santos, y el amor de toda la creación. Te adoro Señor Jesús con el amor de todo mi ser.

Gloria a Dios el Espíritu Santo. Gloria a ti mi Señor, mi consolador, mi santificador. Te adoro Señor, brilla tu luz intensa sobre mi alma, reina en mi vida y lléname del amor divino del Padre y del Hijo, y de todos tus atributos. Actúa en mí, piensa en mí, muévete en mí. Desciende desde lo alto, sopla tu aliento divino sobre mi humanidad, sobre mi cuerpo mente y alma, sobre estos huesos, músculos, tendones, articulaciones, sobre mi corazón, mis órganos, mi sangre, mis sentidos.
Renuévame y restáurame. Séllame con el fuego del amor divino, santifícame con el gozo de tu Presencia y con el espíritu de la Paz.

Te adoro con todo mi corazón, mi mente, mi alma, mi espíritu y todo mi ser. Te amo Señor, te bendigo, te alabo, te adoro, te exalto, te magnifico, te glorifico y te doy gracias.

Te ofrezco el amor infinito y eterno de Dios tu Padre y de Jesús, Dios el Hijo, que contigo son un solo Dios.

Te ofrezco el amor infinito y eterno de la Santísima Virgen María tu amadísima esposa, el amor de todos tus hijos, el amor de los ángeles y los santos, y el amor de toda la creación. Te adoro Señor con el amor de todo mi ser.

Y ahora le damos Gloria a la Virgen María.
Virgen María, madrecita santa. Yo te ofrezco ese amor infinito y eterno de la Santísima Trinidad.

Dios el Padre glorifica tu Santo Nombre y te dice: María hija mía. Dios el Hijo glorifica tu Santo Nombre y te dice: María madre mía. Dios el Espíritu Santo glorifica tu Santo Nombre y te dice: María esposa mía.

Madre Santísima yo te pido que actúes en mí, pienses en mí y te muevas en mí, que me hagas otra María para la Gloria de Dios.

Brilla tu luz en mi alma, reina en mi vida y lléname de tus virtudes, perfecciones y atributos. Lléname de tu pureza, prudencia, humildad, fidelidad, devoción, obediencia, pobreza, paciencia, misericordia, compasión, justicia y paz.

Lléname de tu Espíritu Santo Virgen María, pues con el te pido que adoremos a Dios.

Adoremos a Dios, adoremos a Dios, Gloria a Dios, Aleluya, aleluya, ..........

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio es ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

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