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Reflexiones espirituales
José Belmore Arias

Rey de Reyes - Señor de Señores - Cristo ReyRey de Reyes - Señor de Señores - Cristo Rey

Rey de Reyes - Señor de Señores - Cristo Rey

Rey de reyes - Señor de Señores

Ser rey significa ser monarca o soberano de un pueblo, aquel que por su heredad, dignidad o distinción merece llevar ese título.

En nuestros tiempos no existen muchas monarquías, pero estas siempre han existido durante todos los tiempos y nos muestran a un rey por encima de todo su pueblo.

La imagen que tenemos de los reyes de la tierra es que son personas que viven en mucho lujo, mucha pompa, mucho poder y mucho dinero.

Jesús el hijo de Dios, fue enviado desde el cielo para reinar sobre toda la raza humana, por ser el primogénito de Dios el Padre. Pero el reino de Jesús como rey, es totalmente opuesto a los reinos de la tierra.

Su reino es un reino de humildad, de pobreza, de desapego a lo terrenal, que nos lleva a aceptarle como Señor, Dios, Rey y Salvador. Jesús no reina en nosotros desde afuera sino desde adentro, o sea desde nuestro propio corazón.

Jesús es la Palabra de Dios, o sea Dios mismo quien descendió de los cielos para volverse como uno de nosotros y establecer el reino de los cielos en nuestros corazones.

(Juan 18:37) Pilatos le preguntó a Jesús: ¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús: Tú dices que soy rey . Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz."

Jesús le respondió en verdad que Él es Rey, que él no es de este mundo pero que ha venido aquí para dar testimonio de la Verdad, ya que la verdad no está en el mundo, pero Jesús le dice que todo el que es de la verdad escucha su voz. O sea que todo aquel que sigue la verdad acepta el Reino de Jesús.

Hay una descripción del Rey Nabuco-donosor en el libro de Daniel, cuando interpretando un sueño del Rey lo exalta como Rey, y ésta es una perfecta descripción de Jesús el Rey de Reyes.

(Daniel 2:37-38) Tú, ¡oh rey! eres rey de reyes, porque el Dios de los cielos te ha dado el imperio, el poder, la fuerza y la gloria.

El ha puesto en tus manos a los hijos de los hombres, dondequiera que habitasen; a las bestias de los campos, a las aves del cielo, y te ha dado el dominio de todo; tú eres la cabeza, de oro."

La cabeza de oro representa la Sagrada Cabeza de Cristo, trono de la Sabiduría Eterna, que aquí en la tierra no fue coronado como rey que merece serlo sino como un rey de burlesco con una corona de espinas.

Salmo veinticuatro, versículos del siete al diez (Salmo 24:7-10) nos habla de Jesús como el Rey de la Gloria.

Alzad, ¡oh puertas! vuestros dinteles; levantaos, ¡eternos portales! para que entre el Rey de la gloria."
¿Quién es ese Rey de la gloría? Es Yahvé, el Fuerte, el Héroe; Yahvé el Héroe del combate."
Alzad, ¡oh puertas! vuestros dinteles; levantaos, ¡eternos portales! para que entre el Rey de la gloria."
¿Quién es este Rey de la gloria? Es Yahvé, el Dios de los ejércitos. ¡Ese es el Rey de la gloria!.

En el nuevo testamento San Pablo nos habla de Jesús en su Gloria como Dios, como el Rey de Reyes en la carta primera de Timoteo. (1 Timoteo 6:15-16) A quien hará aparecer a su tiempo el bienaventurado y Monarca único, Rey de reyes y Señor de los señores, 16 el único inmortal, que en una luz inaccesible, a quien ningún hombre vio, ni puede ver, al cual el honor y el imperio eterno. Amén.

Nos dice que ningún hombre vio, porque a Dios nadie le ha visto en su Gloria, porque no vimos a Jesús en su Gloria como rey, en efecto el vino a la tierra a hacerse esclavo para pagar por nuestros pecados, pero en el Cielo él es nuestro Rey por toda la eternidad.

Jesús nos dice que Él es la verdad, (Juan 14:6), entonces, los que somos de Jesús escuchamos su voz.

Y escuchar a Jesús es abrir el corazón al Reino de los Cielos que él ha venido a regalarnos. San Juan nos habla de Jesús en su Gloria y nos relata sobre su batalla contra el mundo, el demonio, la carne y la muerte.

(Apocalípsis17:14) Pelearán con el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es el Señor de señores y Rey de reyes, y también los que están con Él, llamados, y escogidos, y fieles.

Nos muestra su en su visión de Jesús como un jinete montado en un Caballo Blanco.

Y en (Apocalípsis 19:11-16) Vi el cielo cubierto, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba e s llamado Fiel, Verídico, y con justicia juzga y hace la guerra.
Sus ojos son como llama de fuego, lleva en su cabeza muchas diademas, y tiene un nombre escrito que nadie conoce sino él mismo, y viste un manto empapado en sangre, y tiene por nombre Verbo de Dios.

Le siguen los ejércitos celestes sobre caballos blancos, vestidos de lino blanco, puro.

De su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones y Él las regirá con vara de hierro, y Él pisa el lagar del vino del furor de la cólera de Dios todopoderoso.

Tiene sobre su manto y sobre su muslo escrito su nombre: Rey de reyes, Señor de señores.

El Reino de Jesús es en nuestro interior. Jesús dice en Juan catorce, versículos del veintiuno al veintitrés, (Juan 14:21-23) El que recibe mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; el que me ama a mí será amado de mi Padre y Yo le amaré y me manifestaré a El."

Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada.

El alma es como un castillo nos dice Santa Teresa de Ávila, en el cual habita el Rey. Un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que si bien lo consideramos, hermanos y hermanas, el alma del justo no es otra cosa sino un paraíso adonde dice Dios que Él tiene sus deleites. Pues ¿qué tal les parece a ustedes que será el aposento, adonde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita?

Por esto es tan importante que todos podamos tener la entrada a ese castillo interior del alma para contemplar allí la presencia de nuestro Rey.

Muchos de nosotros lo hemos recibido en todo su esplendor en la Sagrada Eucaristía, él ha entrado a su castillo, pero nosotros nos hemos quedado por fuera y no sabemos encontrarnos con él.

La razón es que no le damos la importancia que él se merece, pues en el cielo todos los ángeles y los santos le adoran y se postran ante él, pero nosotros lo recibimos como si fuera tan solo un pedazo de pan y nos olvidamos del gran misterio de nuestro rey.

Parábola
Quiero hablarles de nuestro Rey con esta enseñanza que recibí del Señor.
Habla Jesús 10/9/2018
Escucha esta parábola

Un gran rey quiso compartir su tesoro con todo su pueblo. Envió sus embajadores para que repartieran su regalo. El pueblo se regocijó y recibió el regalo del rey.
Pero como vivían vidas tan ocupadas, no le dieron debida atención al regalo, pues lo guardaron en sus armarios junto con todas las posesiones que tenían.

Como el regalo del rey no era tan importante, pusieron en primer lugar sus necesidades, sus deleites terrenales, sus riquezas, sus planes, sus seres queridos, el amor propio, y muchas otras cosas sin importancia. De esta manera dejaron el regalo del rey, en la parte de atrás del armario.

¿Que significa la parábola?
Dice Jesús, Yo, soy el Rey. Mi tesoro es mi corazón, mi regalo es mi humanidad quebrantada en la cruz que Yo ofrezco al Padre y también a todos los que desean la salvación. Los embajadores son los Sacerdotes, el regalo que dan es la Eucaristía, el corazón es el armario del olvido donde llevan muchos Católicos el regalo celestial. Las muchas cosas que llenan el corazón y no permiten que Yo esté en primer lugar son los falsos ídolos que entronan en mi templo, por eso me colocan en un lugar oscuro y sin importancia.

Mi regalo es la vida eterna; aquel que lo atesora la tendrá, pero el que lo recibe sin discernimiento está ofendiéndome.

El que tenga oídos que escuche.

Reflexión.
¿Que debe de hacer el alma durante la recepción de la Eucaristía, la comida del alma?

Cuando se ingiere un alimento, un punto importante es la preparación mental, lo cual prepara todo el organismo para recibir el alimento adecuadamente y aprovechar su nutrición.

El alma debe prepararse para recibir la comida celestial con arrepentimiento, con un corazón humillado y contrito.
La comida debe ingerirse despacio para que el proceso de la digestión sea perfecto.

Igualmente la Eucaristía debe ingerirse despacio, meditando el gran misterio que estamos recibiendo y dándole todo el honor que se merece.

La digestión hace que los nutrientes de la comida pasen al organismo.

Igualmente la meditación de los misterios que recibimos durante la Eucaristía permite que nuestras almas se purifiquen con la Preciosa Sangre de Cristo y que su Sagrado Cuerpo traiga salud a nuestro cuerpo y alma. No debemos recibir la Eucaristía y pasar de este momento a otras cosas sin meditar profundamente y con reverencia nuestro regalo celestial.

Si no le hacemos digestión espiritual a la Sagrada Eucaristía es como si le diéramos comida a un muerto, sabiendo que esta comida no lo va a resucitar.

Muchas veces Jesús Eucaristía entra en nosotros y le ignoramos y despreciamos. En vez de entronarle en nuestro corazón como nuestro Rey y Señor, lo despreciamos, lo encadenamos y lo encarcelamos en la oscuridad de nuestro corazón.

El verdadero reinado de Cristo en el alma, cuando rezamos el Padre Nuestro pedimos “venga a nosotros tu Reino, o sea que invocamos a Jesús, nuestro Rey para que reine en nuestra vida, luego le decimos hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo.

¿Qué es lo que realmente le estamos diciendo a Jesús?

Jesús, yo quiero que tú seas mi Rey, yo quiero el Reino del Padre en mi corazón, el reino de su Divina Voluntad.

¿Y en que consiste el Reino de este Rey de la Divina Voluntad?

Al igual que Cristo, nosotros le decimos al Padre, Mateo 26:39, que no sea mi voluntad, sino la tuya.

Vivir la voluntad de nuestro Rey es aceptar todo lo que el manda a nuestra vida, es entregarle todo como lo haría un esclavo aquí en un reino de la tierra a su rey, inclusive entregando el regalo de la vida.

Vivir la voluntad de Dios es aceptar todas las inconveniencias, adversidades, enfermedades, problemas, luchas y todo lo que Dios permite que ocurra en nuestras vidas sin quejarnos.

Recordando a Job, el demonio sintió envidia de él y Dios le dio permiso para arruinarlo. Perdió todas sus posesiones, sus hermosas hijas, su salud, pero Job no protestó.

Con humildad y paciencia dijo, el Señor me lo ha dado todo, el Señor me lo ha quitado, bendito sea el Señor.

Aceptar a Cristo nuestro Rey en el corazón, implica una entrega total a su voluntad y a sus mandamientos.

También nos llama a buscarle en nuestro corazón para adorarle y no abandonarle cuando lo recibimos eucarísticamente.

El Reino de Cristo no viene solo, también viene con el Reino del Inmaculado Corazón de María, la Reina soberana de los Cielos y de toda la creación, también la reina de nuestros corazones.

Abramos nuestros corazones al Rey y a la Reina, al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María.

Cristo Rey - Rey de Reyes - Señor de Señores - Jesus Rey celestial


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