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Reflexiones espirituales
José Belmore Arias

Hijos de Dios – Hijos del demonioHijos de Dios – Hijos del demonio

Hijos de Dios – Hijos del demonio

Hijos de Dios – Hijos del demonio

Tomado de la primera carta de San Juan capítulo 3 - (1 Jn 3:1-25)
1 Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues lo somos. Por eso el mundo no nos conoce porque no le reconoció a él.

A través de Jesús el Padre nos ha recibido como hijos adoptivos con un espíritu de hijos que nos hace exclamar Abba, papito Dios (Romanos 8:15)

Pero no son todos llamados hijos de Dios sino los que reconocen a Dios y a su Hijo Jesús. Y el mundo no nos conoce, porque el mundo es del demonio, los que están con el demonio no son hijos de Dios, y aquí está la mayoría de la humanidad, no los hijos de Dios sino los hijos del demonio.

Jesús trató a los fariseos como hijos del demonio, porque estaban tratando de matarlo:
Juan 8:44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Éste era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad.

Y es muy difícil aceptar que cuando vivimos una vida de pecado, no éramos hijos de Dios sino del demonio. Uf….

2 Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado todavía lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es.

Todos los seres humanos deberíamos ser hijos de Dios porque somos hechos en su imagen, pero nuestros pecados distorsionan la imagen de Dios y así nos volvemos hijos del demonio, solamente podemos ser redimidos a través de Cristo.

Yo pienso que este punto es muy importante, porque la mayoría de la gente que vive en el pecado tiene la noción de que son hijos de Dios, aun nuestra Iglesia lo enseña, pero la Palabra de Dios nos dice lo contrario, por favor pongan atención. ¿Cómo podemos ser hijos de Dios si por derecho dado a través de nuestros pecados, le pertenecemos al demonio?

Ahora, todos somos llamados hijos de Dios, pero no todos, solo son hijos de Dios aquellos que reconocen que la Palabra de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros Juan 1:11-14
11 Jesús en el mundo, y el mundo fue hecho por la palabra de Dios, y el mundo no reconoció a Jesús como la Palabra.
11 Vino a los suyos, al pueblo que lo esperaba, y los suyos no lo recibieron, por el contrario lo mataron.
12 Pero a todos los que le recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre;
13 los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios.

Entonces vemos que somos hijos de Dios solamente cuando recibimos a Jesús, y esto se hace a través del bautismo y de los sacramentos.

3 Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica, porque él es puro.
Podemos estar seguros de ser hijos de Dios cuando nos alejamos del pecado y somos purificados en su sangre sacramental.

4 Todo el que comete pecado comete también la iniquidad, pues el pecado es la iniquidad.

El pecado abarca todo tipo de maldad, rebelión, injusticia, inmoralidad y falta de amor a Dios y al prójimo.

Aquel que permanece en la iniquidad no puede ser de Dios, por eso debe arrepentirse y pedir humildemente el perdón de Dios.

5 Y sabéis que él se manifestó para borrar los pecados pues en él no hay pecado.
Jesús se manifestó como el cordero de Dios que quita los pecados del mundo, por eso antes de su llegada Dios envió a Juan Bautista para que a través del arrepentimiento preparara el camino para Jesús. Jesús mismo nos dice en sus primeras palabras cuando sale a evangelizar, Arrepentíos, el Reino de los Cielos está cerca.

Nosotros no tenemos a Juan Bautista ahora, pero en su espíritu nos tenemos que arrepentir.

Por su muerte en la cruz, Jesús consiguió para nosotros el perdón de los pecados.

6 Todo el que permanece en él, no peca. Todo el que peca, no le ha visto ni conocido.

El que conoce y ama a Jesús, guarda sus mandamientos, de esa manera ya está en él, pero si no lo hace, si vuelve al pecado, quiere decir que no lo ha conocido.

De nada nos sirve el bautismo y los sacramentos si no logramos salir del pecado, de esa manera nunca podemos ver y conocer a Jesús.

El pecado es un veneno que mata el alma, es como si yo pusiera una pistola sobre mi cabeza y me pegara un tiro, el pecado es la muerte, la oscuridad y la condenación. Pecar es pertenecer al demonio. Cuando pecamos firmamos un contrato con el demonio y nuestras almas le pertenecen, él se vuelve nuestro padre.

7 Hijos míos, que nadie os engañe. El que obra la justicia es justo, porque él es justo.

San Juan nos dice que nadie nos engañe, porque hay muchos que aguan o diluyen el mensaje del evangelio y se apartan de los mandamientos. El pecador está lejos de Dios y no podemos ser cómplices de su pecado ni tampoco dejarnos contaminar. Dime con quien andas y te diré quien eres (Proverbios 13:20)

Jesús es el camino del bien; para poder estar y permanecer en ese camino, tenemos que actuar siempre en la justicia, amar tiernamente a Dios y al prójimo caminar humildemente en la presencia del Señor. (Miqueas 6)

8 Quien comete el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo.

Cuando pecamos le regalamos el alma al demonio, es un contrato de muerte firmado con nuestra voluntad. Rechazamos la luz entramos en la oscuridad; pues no podemos estar en la luz y en la oscuridad al mismo tiempo, Dios es Luz, el demonio es oscuridad. Y somos del diablo cuando pecamos, dejamos de ser hijos de Dios, y aquí viene la mentira que escuchamos, que todos somos hijos de Dios. Pues si pecamos nos salimos de las manos de Dios y abrazamos al demonio. Nuestros pecados crucifican a Jesús y dan testimonio de que no tenemos amor por Dios.

9 Todo el que ha nacido de Dios no peca porque su germen mora en él; y no puede pecar porque ha nacido de Dios.

Todo el que nace de Dios no peca, y esto no es solamente en el bautismo y los sacramentos sino en el Espíritu de Dios. Sellamos ese regalo de Dios con humildad y obediencia a sus mandamientos, reconociendo que Dios vive en el alma y somos templos de su Espíritu. El que nace de Dios vive en su Presencia y no puede pecar porque sabe las consecuencias de separase de Dios.

Hijos de Dios – Hijos del demonio

10 En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, y quien no ama a su hermano, tampoco.

Para reconocer a los hijos de Dios miramos las obras de la Justicia, también examinamos el amor que siente por su prójimo, pues no se puede amar a Dios si no se ama al prójimo. Si no encontramos esa justicia y ese amor a Dios y al prójimo, no vemos hijos de Dios sino hijos del demonio.

11 Pues este es el mensaje que oísteis desde el principio: que nos amemos unos a otros.

Jesús vino al mundo para manifestar el amor de Dios el Padre, ese amor es un amor que lo llevó al martirio. El verdadero amor al prójimo debe contener sufrimiento de nuestra parte, de lo contrario es una amor de amistad que de la raíz del griego es file (amigo), o amor de conveniencia carnal en griego (eros - amor erótico o sexual), y no es el verdadero amor que Jesús enseña, del griego ágape que quiere decir amor hasta sufrir.

12 No debemos ser como Caín, que, al ser del Maligno, mató a su hermano. Y ¿por qué le mató? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su hermano eran justas.
Caín no amó a su hermano, pues sentía envidia porque el Señor recibía complacido los sacrificios de Abel, mientras que no lo hacía con los suyos, pero él tampoco amaba a Dios y por esto no era un hombre feliz, pensó que con matar a su hermano solucionaba su problema.

13 No os extrañéis, hermanos, si el mundo os aborrece.

Cuando amamos a Dios, el mundo se viene en contra de nosotros con críticas o nos trata de hacer la vida difícil, o nos excluye o discrimina porque no pertenecemos.

14 Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte.

Cuando amamos, nosotros nos convertimos en instrumentos del amor de Dios. Dios realmente fluye hacia el prójimo a través de nosotros y así permanecemos en el amor y en la vida, pero cuando no amamos, el odio empieza a manifestarse con indiferencias, malas actitudes y termina llenándonos con odio, el pecado de la muerte.

15 Todo el que odia a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino posee vida eterna en sí mismo.

El odio es un veneno que nos inyecta Satanás para llevarnos a la muerte, el hecho de caer en el odio ya nos tiene en la muerte y esto hace muy feliz al demonio.

16 En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos.

Nuestras vidas tienen que convertirse en sacrificios de amor, vemos como las madres sufren y se entregan totalmente a sus hijos, los padres se sacrifican trabajando para el bien de sus hijos, y así nuestra vida debe ser un sacrificio viviente de oración, alabanza, agradecimiento, adoración, intercesión y reparación por nuestros hermanos.

17 Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?

El gran desafío del amor de Dios es hacer algo por un hermano, y algunas personas lo hacen por personas de su familia o conocidos, pero son muy reacios para favorecer a los extraños.
Dios nos invita a tener caridad para demostrar cuando le queremos en el hermano.

18 Hijos míos, no amemos de palabra ni con la boca, sino con obras y según la verdad.

Es muy fácil predicar y no obrar, también es muy fácil sentir solidaridad y mostrar un rostro compasivo, pero la verdadera compasión se vuelve real cuando sale de nuestros bolsillos.

19 En esto sabremos que somos de la verdad, y tendremos nuestra conciencia tranquila ante él.

La fe sin obras está muerta nos dice el apóstol Santiago en su carta 2:14-17 Cuando practicamos la caridad, Dios nos repaga ciento por uno y nos da una inmensa paz.

20 aunque nuestra conciencia nos condene, pues Dios, que lo sabe todo, está por encima de nuestra conciencia.

La caridad paga por muchos pecados, las limosnas son un tipo de poda para nuestras almas, nos arrancamos algo que nos pertenece para darle a alguien en necesidad, y esto nos tranquiliza la conciencia porque Dios es caridad.

21 Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos confianza total en Dios,

Cuando obramos bien ante Dios, sentimos ese apoyo celestial y Dios siempre está con nosotros.

22 y lo que le pidamos lo obtendremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.

Muchas veces Dios no responde nuestras oraciones y es porque no guardamos sus mandamientos. Y en lo que se refiere al amor al prójimo, siempre nos quedamos cortos, pero nunca es tarde, Dios nos da oportunidades en todo momento. Y finalmente responderá nuestras peticiones.

23 Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros según el mandamiento que nos dio.
El verdadero Trabajo de Dios consiste en creer en Jesús el Hijo de Dios quien fue enviado al mundo para perdonar nuestros pecados. Creer y amar a Dios es guardar sus mandamientos, y el nuevo mandamiento que Jesús nos dejó es que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado.

24 Quien guarda sus mandamientos mora en Dios y Dios en él; en esto conocemos que mora en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado.

El que cumple los mandamientos de Dios, camina humildemente en su presencia y sin darse cuenta está viviendo en Dios y Dios en él. Así es como Dios viene a hacer su morada en nosotros. Juan 14:23 Jesús dijo: "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.

Guardar la palabra de Dios no es solo recordarla sino ponerla en práctica.

El que cumple los mandamientos de Dios es un hijo de Dios, pero el que no cumple los mandamientos vive en pecado y su padre no es Dios sino el demonio.

Por esto concluimos diciendo que Dios nos invita para que seamos sus hijos, pero el pecado también nos invita para que seamos hijos del demonio. Sigamos siempre la ley del Señor

Amos 5:15 Aborreced el mal, amad el bien: establece Justicia en la puerta.

Querido Hermano, hermana. Piensas que alguna vez has sido un hijo del demonio? Estás seguro que eres un hijo de Dios? Si no te sientes seguro, haz un examen de conciencia, corre al Sacramento de la Confesión, el Sacerdote ha recibido el poder para perdonar tu pecado y limpiar tu alma con la sangre de Cristo.

Efesios 5:14 Despierta durmiente, levántate de los muertos, deja que la luz de Cristo brille en ti.
Dios te bendiga.

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