4/20/2019
Señor, quiero agradecer la bondad que has tenido conmigo durante esta semana que estamos terminando. Ha sido una semana de bendiciones.
Hoy traigo ante tu presencia los frutos de mi trabajo, las alegrías cosechadas, las metas alcanzadas, los ideales cumplidos; pongo también en tus manos las tristezas no superadas, las preocupaciones aún latentes y los problemas sin resolver. Todo lo dejo en tus manos seguro de que no quedará frustrada mi esperanza y que atenderás a mis suplicas, favorablemente.
Señor, hoy pienso en la soledad de tantos hermanos, en el abandono en que se encuentran tantos ancianos, marginados de la sociedad y olvidados por sus familiares; pienso también en los ancianos que viven en condiciones dignas porque sus familias han sentido una responsabilidad muy grande para cuidar sus canas y su sabiduría.
Pienso en los niños que crecen sin el amor de unos papás, expuestos a los vicios y focos de delitos; también, en cientos de niños que crecen al lado de sus papás, bien educados, formados en valores y amando a Dios, con el ejemplo de sus padres. Pienso en la realidad de tantas familias desgastadas y destruidas por el desamor, la incomprensión, los conflictos y las divisiones.
También pienso en los hogares que le han abierto el corazón a tu gracia y se esfuerzan por ser luz y sal de la tierra. Pienso en tantos hombres y mujeres que han dejado corromper su corazón y han dejado que la violencia los doblegue y esclavice.
Pienso asimismo en tantos hombres y mujeres de buena voluntad que no han dejado que su corazón se pervierta, le han dicho no a la corrupción, no a la intriga, no a la deshonestidad.
Ayúdame Señor a no perderme en la soledad del frío, a no sentirme solo y abandonado, a sentirme despreciado. Que en mi soledad pueda reconocerte a ti como mi gran compañía y a María como mi compañera de viaje, abogada e intercesora nuestra. Amén |
